|72: "Verdades"|

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Iana Bennett.

Mi mano se interpuso entre los dos, el cuerpo del hombre delante de mí me tenia abrumada, no dejaba de llorar y el dolor era tan insoportable, Max se puso de cuclillas mirándome directamente a los ojos para luego ver lo que traía en mis manos, las hojas arrugadas llegaron a su vista y de pronto me dió una mirada suplicante tratando de acariciar con su mano mi hombro, pero tenía miedo, miedo porque em arma seguía en sus manos y el hombre se estaba desangrando.

— Iana... Mírame, todo estará bien, solo escúchame te lo ruego.

Negué sollozando en silencio mientras lo alejaba de mí. Lo empujé levantándome rápido y comenzando a correr en dirección al ascensor... No miré hacía atrás corrí, escuchando como gritaba desesperado mi nombre, cuando el ascensor comenzó a descender solté todo el aire de mis pulmones, cerré fuerte los ojos mientras lloraba desconsoladamente. Mi esposo era un asesino, me habia casado con un asesino.

Las palabras se repetían en mi cabeza constantemente, lloré mirando mi aspecto dentro del ascensor, mis ojos estaban hinchados, mi vestido sucio, mi maquillaje corrido y mi rostro cubiero de gotas de sangre que se mezclaban con mis lágrimas. Al llegar a recepción Fábio me miró asustado acercándose a mí para abrazarme fuerte.

— L-llevame a-a c-casa...

Solloce en su hombro y asintió, dió algunas órdenes a sus hombres quienes subieron al edificio, al salir había comenzado a llover, el agua cayó por mis hombros, y rostro, lloré mientras caminaba hasta la camioneta y subía hasta ella.

En todo el camino a la casa no habia dejado de llorar, y al llegar solo me fuí directo a la habitación y me recosté en la pared de la ventana... No tenía palabras para describir el dolor, habia visto como mi esposo mataba sin piedad y lastima aquel hombre, usaba el arma como si no hubiera problema, y ni siquiera pensó antes de hacerlo. Recuerdo sus ojos, oscuros y fríos, no tenía ningún tipo de expresión, claro que era algo que jamás borraría de mi mente, estaba segura de lo que habia visto, y ese no era Max, no lo era.

Lentamente terminé sentada en el suelo mientras abrazaba mis piernas, hundí mi rostro en ellas, llorando en silencio, habia descubierto muchas cosas en un solo día. No pensaba con claridad, hasta que la puerta rechinó, la habitación oscura me daba miedo, el cuerpo de Max se asomó por la puerta, me volví pequeñas en mi lugar y por primera vez en aquel día de mi boca salieron palabras.

— ¿¡Quién eres!?

— Soy yo linda, Max...

Negué desde mi lugar.

— ¡Tú no eres Max! ¡Max jamás hubiera matado aquél hombre! ¡Él lo hubiera golpeado! ¡Me hubiera defendido con su impulsividad! ¡No lo hubiera asesinado en frente de mí!

Grité alterada, y quitó su saco y se sentó en la orilla de la cama.

— Iana... Yo iba a verte morir, tú eres mi luz Iana.

Solté un sollozo sin dejar de verlo...

— ¿¡Ya lo has hecho antes!? ¡Respóndeme Max!

Agachó su cabeza desviando mi mirada y eso me destrozó, porque cada vez que lo hacía era porque es cierto. Empecé a llorar más asimilando su asertividad a mis palabras.

— Sí, lo he hecho antes Iana... Pero no por deseo, sino por necesidad.

— ¿Necesidad? ¡Luego que quitas la vida de una persona lo harás por el resto de tu vida! ¡No puedo creerlo!

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