Festival de las flores

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Hacía casi un mes que no veía a Fa Xiao ni tenía noticias suyas. Pero, pocos días después de aquel choque en la calle, había sabido que iba a encargarse de organizar el festival de las flores. Por todo el país se estaba anunciando el banquete. Todos los hombres importantes estaban recibiendo invitaciones; todos querían encontrar el mejor partido para sus hijos. Con cada noticia, Zhao Quiu sentía aumentar sus celos. ¡Cuánto le habría gustado sentarse junto a un esposo como Liu Ao para presenciar un banquete organizado para celebrar su belleza! Pero su boda paso sin tales festejos, su esposo fiel a buda no quiso organizar un gran banquete a pesar de ser rico, y ella para conseguir sus tesoros tenia que recurrir a usar trucos.

Sin embargo, este Fa Xiao tenía todo lo que tenía que ser de ella sin esfuerzo. Dos semanas antes, Zhao Quiu había concebido la idea de contratar a un espía para que hiciera averiguaciones sobre Fa Xiao; quería saber cómo era y con qué se veía obligada a competir. Donxi tenía órdenes de advertirla sobre la llegada de ese hombre, fuera la hora que fuese.

Corrió por el sendero de la huerta, con el corazón palpitante.

–Ah, señora mía–dijo el espía al verla–. Vuestra belleza opaca el fulgor de la luna.

Y le tomó la mano para besársela. Ese hombre le daba asco, pero no conocía a otro que tuviera acceso a la familia Imperial. ¡Y se había visto forzada a pagarle un precio indignante! Era un hombre furtivo y aceitoso, pero al menos hacía bien el amor. Quizá como cualquiera.

–¿Qué noticias tienes? –Preguntó, impaciente, mientras le retiraba la mano–.

–Importantes–respondió él con firmeza–, pero lo custodian celosamente, fue difícil.

Quería complacer a esa bella mujer, y para eso debía ocultar la verdad, obviamente. Como podría saber el un simple eunuco de bajo rango algo sobre un integrante de la familia imperial, mucho menos su itinerario de acciones.

–¿Por qué la custodian tanto? ¿Acaso no tiene la mente sana, puesto que no la dejan moverse en libertad?

De pronto, el hombre tuvo miedo de aquella mujer, que lo interrogaba con tanta agudeza. Había poder en aquellos fríos ojos.

–Corren rumores, ciertamente. Sólo sé que nació con el cuerpo especial para dar a luz, y que su padre lo encerró de pequeño para que no pueda ser secuestrado.

–¿cuerpo especial? –Zhao Quiu comenzaba a inquietarse. Era bien sabido por todos que hacía más de 70 años no nacía un hombre especial. –¿Piensas que logro el compromiso imperial solo por su condición especial?

–¿Por qué otro motivo se lo mantendría tan oculto, señora? Fa Ding es hombre duro. Su esposa falleció al dar a luz y nunca tomo otra esposa o concubina. Todo lo que le queda es este hijo que dice que fue tan mimado que no tiene idea ni de cómo ponerse los zapatos.

Zhao Quiu contempló la noche en silencio. El hombre fue cobrando audacia. Se acercó un poco más, le cubrió una mano con los dedos y le susurró al oído:

–No tenéis motivo alguno para sentir miedo, señora. No habrá belleza que aleje al emperador de su lado.

Sólo la brusca respiración de Zhao Quiu dio señales de que ella hubiera escuchado esas palabras. ¿Acaso hasta el último de los plebeyos sabia de sus relaciones con Liu Ao? Con toda la habilidad de una gran actriz, se volvió para sonreírle.

–Has hecho un buen trabajo y serás... debidamente recompensado.

No quedaba duda alguna sobre el significado de sus palabras. El se inclinó para besarla en el cuello. Zhao Quiu se apartó, disimulando su repugnancia.

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora