Sentada ante un espejo Zhao Quiu se inclinó hacia el cristal y observo su apariencia, no fue fácil obtener este espejo, había tenido que rebajarse a adular al idiota de su esposo. No lo eligió por su belleza si no por su estatus y dinero, que no podía casarse con el emperador al tener un prometido ya hace años, al menos podría usarlo de otra forma.
Era objetiva con respecto a su apariencia personal; conocía sus puntos fuertes y sabía usarlos para mayor ventaja.
Vio en el espejo un pequeño rostro oval, de facciones delicadas, boca pequeña, como botón de rosa; nariz recta y fina. Los ojos grandes y almendrados, de color negro intenso, eran su rasgo mejor. Enjuagaba siempre su cabellera oscura con jugo de limón y verbena. Donxi, su doncella, hizo caer un mechón muy sobre la frente de su señora y le puso una capucha de grueso brocado, bordeado por una ancha franja de terciopelo anaranjado.
Zhao Quiu abrió la boca para echar otra mirada a sus dientes. Eran su punto flojo: torcidos y algo salientes. Con el correr de los años había aprendido a mantenerlos ocultos, a sonreír con los labios cerrados, a hablar con suavidad y sin levantar del todo la cabeza. Ese amaneramiento era una ventaja, pues intrigaba a los hombres, haciéndoles pensar que ella no tenía noción de su propia belleza y que podrían despertar esa tímida flor a todos los deleites del mundo.
Se levantó para alisarse el vestido sobre el cuerpo esbelto. No tenía muchas curvas. Sus pequeños pechos descansaban sobre una estructura recta, sin forma en las caderas ni en la cintura. A ella le gustaba así: su cuerpo parecía pulcro y limpio comparado con el de otras mujeres.
Lucia ropas lujosas, Sobre el cuerpo llevaba una camisa de hilo tan fino que se lo hubiera tomado por gasa. Después, un rico vestido, del mismo brocado que la capucha y corpiño muy ceñido a la delgada silueta.
Zhao Quiu continuó analizándose, en tanto la doncella le deslizaba un manto de brocado forrado de piel de conejo sobre los hombros.
—No podéis reuniros con él, mi señora. Justamente ahora que usted ya está...
—¿casada? — Preguntó Zhao Quiu, en tanto se sujetaba el pesado manto a los hombros. Se volvió para mirarse en el espejo, complacida por el resultado. La combinación de azul y anaranjado resultaba muy llamativa. Aquel atuendo no le permitiría pasar inadvertida — ¿Y qué tiene mi casamiento que ver con cuanto yo haga?
— No puede ir al encuentro de un hombre que no es vuestro esposo.
Zhao Quiu dejó escapar una risa breve, mientras acomodaba los pliegues del manto.
—¿Quieres que salga al encuentro de mi esposo, del querido idiota? — Preguntó con mucho sarcasmo. Antes de que la doncella pudiera contestar, continuó: — No hace falta que me acompañes. Conozco el trayecto y, para lo que voy a hacer, no hace falta nadie más.
Donxi no se escandalizó; estaba al servicio de Zhao Quiu desde hacía mucho tiempo.
—No, iré. Pero sólo para cuidar de que usted no sufra daño alguno.
Zhao Quiu ignoró a la anciana, tal como la había ignorado toda la vida. Tomó una vela del candelabro puesto junto a su cama y se acercó a la puerta.
—Silencio, entonces — dijo por encima del hombro.
Ambas se apretaron contra la húmeda pared. Uno de los guardias de su esposo cruzó a paso torpe, se ató las ropas y reanudó la marcha hacia su jergón de paja. Zhao Quiu se apresuró a apagar la vela, rogando que el hombre no hubiera oído la exclamación ahogada de la doncella. La quietud negra y pura del patio las envolvió a ambas.
—Vamos — susurró, sin tiempo ni deseos de prestar oídos a las protestas de su doncella.
La noche era clara y fresca. Tal como esperaba, había dos caballos preparados. La joven, sonriente, se lanzó sobre la silla del pote oscuro. Más tarde recompensaría al palafrenero que tan bien atendía a su señora.
—¡Mi señora! — Gimió Donxi, desesperada.
Pero Zhao Quiu no se volvió; sabía que Donxi era demasiado gorda para montar sin ayuda. No estaba dispuesta a perder siquiera uno de sus preciosos minutos con una vieja inútil, considerando que El la esperaba.
La puerta que daba al río la habían dejado abierta para ella. Había llovido horas antes y el suelo aún estaba húmedo, pero en el aire flotaba un toque de primavera. Y con él, una sensación de promesa... y de pasión.
Una vez segura que los cascos del caballo no serían oídos, Zhen Quiu se inclinó hacia adelante, susurrando:
—Anda, mi demonio negro. Llévame hasta mi amante.
El potro hizo una cabriola para demostrar que comprendía y estiró las patas delanteras. Conocía el camino y lo devoró a una velocidad tremenda.
Zhao Qui sacudió la cabeza, dejando que el aire le refrescara las mejillas, en tanto se entregaba al poder y la fuerza de la magnífica bestia.
Estas aventuras de una noche eran sus pasatiempos favoritos. Y sus transacciones de negocio, ella no se veía como una prostituta, pero tampoco iba a tener sexo con cualquiera solo por placer.
Ahora que Liu Ao no estaba cerca para colmarla de lujos, solo podía valerse por si misma para conseguir sus tesoros.
Fa Xiao sentía que ya era un buen momento para comer un plato de arroz frito con curry, durante su salida de hoy había descubierto un puesto de diferentes especias como ají, albahaca, apio, azafrán, canela, cardamomo, etc. con las que se podía obtener la mezcla para el curry. Era un palto sencillo del que disfrutaba mucho, nada mejor que en un día gris comer un buen plato de arroz frico con curry para mantener el cuerpo caliente.
Como cada vez nana Fang no dejo que nadie entrara en la cocina salvo las dos siervas de confianza.
Fa Xiao era un poco perezoso para cocinar para demasiadas personas así que dejaba que la mayoría del trabajo lo hicieran las doncellas mientras el mostraba como era el plato. las mujeres eran muy buenas entendiendo, en un par de semanas ya manejaban los nuevos utensilios de cocina y sabían de que forma le gustaba que quedara el sabor en sus comidas. Lo mejor era que al ser tan aplicadas solo necesitaba mostrarles la receta una vez para que ellas sepan hacerlo las veces que el o la abuela deseen comerlo.
Últimamente el viejo emperador, hijo de la abuela Liu Yiju, se unía a desayunar con ellos. Fa Xiao no tardo en darse cuenta que era por sus comidas, pues resulto que el viejo emperador era un glotón en incognito. Fa Xiao había preparado unos pastelillos de arroz glutinoso duces, le había costado conseguir algunos ingredientes, pero una vez que los tuvo no espero mas y realizo una gran tanda para poder tomar el te con la abuela como acostumbraba recientemente.
Liu Yiju trataba tan bien a este joven al principio porque sentía pena. Sentía que su nieto era el único que se beneficiaba en esta unión, su nieto que luego de la boda había partido lejos sin siquiera ver el rostro de su esposo.
Pero luego con el pasar del tiempo, Xiao'er se había ganado su cariño, era entretenido charlar largas horas con el, sabia de comidas, de cultura y de política. Tenia ideas un tanto extravagantes, pero siempre tenían resultados positivos. Loa jabones aromáticos de jazmín que había recibido de su parte la convirtieron en la envidia de todas sus amigas. Que le rogaban que les consiguiera a ellas también algunas muestras. Entrego algunas muestras gratis, pero como Xiao'er quería abrir una tienda donde venderlos, les dijo que esperaran hasta que esta esta inaugurada para poder hacer una compra. Como resultado Fa Xiao ni siquiera había terminado el plano de disposición del local y ya tenia reservas para jabones que ya cubrían los gastos de apertura.
La apertura de la tienda lo tenia muy entretenido, decidió que era un buen momento para incluir otros productos a la venta, ya estaba trabajando en los mismos con el maestro Heng.
Habían decidido vender desde jabones y aceites corporales a variedades de te y algunas cremas humectantes para damas.
Todo esto lo mantenía entretenido de tal forma que nunca volvió a recordar a la mujer con la que había chocado en su primera vez fuera del palacio.
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Domando un corazón de piedra
RomanceBorracha tuvo un accidente de transito,para despertar y darse cuenta que no solo habia transmigrado al pasado si no que también ahora era un hombre con la capacidad de embarazarse abandonado en su noche de bodas por su esposo. al ser una persona de...