– ¿Lo has visto? – preguntó Fa Xiao al levantarse de la cama.
Era la mañana siguiente a la noche en que había visto a Zhang Di. Quería saber qué había descubierto Minglu sobre Liu Ao.
– Sí – respondió la doncella –. Y vuelve a ser hermoso. Yo temía que la mugre de ese lugar le hubiera robado apostura.
– Piensas demasiado en las apariencias. Pero ¿está bien? ¿Ese lugar horrible no lo ha enfermado?
– Creo que la comida enviada por usted lo mantuvo con vida.
Fa Xiao hizo una pausa. ¿Y en cuanto a su mente? – Búscame esa vestimenta de sierva. ¿Está lavada?
– No puede visitarlo – afirmó MInglu –. Si nos sorprendieran...
– Tráeme ese vestido y deja de darme órdenes.
Liu Ao estaba prisionero en un sitio espantoso, al que no llegaba luz alguna. Su única entrada era una puerta de madera y hierro.
Minglu parecía estar en muy buenos términos con los guardias que custodiaban. En la finca de Wu Chen la disciplina era muy laxa y la muchacha había sacado ventaja de eso. Dedicó un guiño sugerente a uno de los hombres.
– ¡Abre! – bramó ante la entrada –. Trae más alimentos y medicinas enviadas por el general.
Una mujer vieja y sucia abrió con cautela.
– ¿Cómo sé que te envía el general?
– Porque yo te lo digo – respondió Minglu, empujándola para entrar.
Fa Xiao la siguió con la cabeza gacha, cubriéndose cuidadosamente con la capucha de lana tosca.
– Ahí lo tienes – dijo la vieja, enfadada –. Ahora duerme. Es casi todo lo que ha hecho desde que lo trajeron.
Fa Xiao dio un ligero codazo a su doncella para impedir que siguiera azuzando a la anciana.
– Déjanos. Nosotras lo atenderemos – ordenó la muchacha.
La vieja, de grasienta melena gris y dientes picados, parecía estúpida, pero no lo era. Vio que la mujer más baja se mantenía oculta, pero codeaba a la otra, y notó que la de mal genio se aquietaba de inmediato.
– Y bien, ¿qué esperas? – acusó Minglu.
La vieja quería ver la cara oculta bajo la capucha.
– Tengo que recoger algunos remedios – dijo –. Hay otros enfermos que me necesitan, aunque a este no le haga falta.
Tomó un frasco y pasó junto a la mujer que la intrigaba. Cuando estuvo cerca de la vela, dejó caer su frasco. La mujer, sobresaltada, levantó la vista, con lo cual la vieja pudo echar un vistazo a su rostro. La anciana hizo lo posible por no sonreír. Sólo en una persona había visto un rostro tan hermoso.
– Eres torpe, amén de estúpida – siseó Minglu –. Vete de aquí antes de que prenda fuego a esos harapos que vistes.
La mujer le echó una mirada malévola y abandonó ruidosamente el lugar.
– ¡Minglu! – exclamó Fa Xiao en cuanto quedaron solos –. Seré yo quien te prenda fuego si vuelves a tratar a alguien así. Su doncella quedó espantada.
– ¿Qué importa ella para nadie?
– Es un ser vivo, igual que tú o yo.
Se acercó a su esposo; prefería aprovechar el tiempo atendiéndolo en vez de dar sermones a su criada.
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Domando un corazón de piedra
RomanceBorracha tuvo un accidente de transito,para despertar y darse cuenta que no solo habia transmigrado al pasado si no que también ahora era un hombre con la capacidad de embarazarse abandonado en su noche de bodas por su esposo. al ser una persona de...