Medio muerto

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Ese día paseo todo el tiempo por la mansión en compañía de Wu Chen y Gao Yan, le fue difícil ocultar las ganas de vomitar que le daban cada que Wu Chen intentaba tocarlo "todo sea por el ingrato de esposo que tengo" se decía a si mismo Fa Xiao.

Como emperador que era, hubiera sido totalmente fácil mover tropas y aplastar a este rebelde, pero no se podía arriesgar a perder la vida de su suegro y mejor amigo de su padre. Y ahora Liu Ao estaba prisionero en un lugar horrible solo por intentar demostrarle a su esposo algo de amabilidad. Le debía a Liu Ao un rescate, tanto por su padre como por su hijo por nacer.

Cuando se iniciaron los preparativos para bajar al foso donde estaba Liu Ao, la alcoba de Fa Xiao estaba tan silenciosa como el resto del lugar.

– Da esto al guardia – dijo el joven, entregando a Minglu una bota de vino – y dormirá toda la noche. Podríamos encender a su lado varios toneles de aceite sin que se enterara.

– Eso es, más o menos, lo que ocurrirá cuando El emperador lo vea Alteza – murmuró la doncella.

– ¿No lo creías medio muerto? Ahora no hables más y haz lo que yo te diga. ¿Tienes todo preparado?

– Sí. ¿se siente mejor? – preguntó Minglu, preocupada.

Fa Xiao asintió, tragando saliva al recordar su reciente ataque de náuseas.

– Si algo le queda en el estómago, lo perderá cuando entre en ese foso repugnante.

Fa Xiao pasó por alto el comentario.

– Ahora vete y da el vino a ese hombre. Esperaré un rato antes de seguirte.

Minglu salió silenciosamente, arte que había aprendido en largos años de práctica. FA Xiao esperó casi una hora, nervioso.

Mientras tanto se sujetó la caja de hierro al vientre y se pasó la prenda de tosca lana por la cabeza. Si alguien hubiera reparado en la sierva que caminaba en silencio por entre los caballeros dormidos, sólo habría visto a una mujer en avanzado estado de gravidez, con las manos apretadas a la parte baja de la espalda para sostener la carga del vientre.

– ¿Alteza? – sonó el susurro de Minglu.

– Sí. – Fa Xiao avanzó hacia la única vela que Minglu sostenía. – ¿El hombre duerme?

– Sí. ¿No oye sus ronquidos?

– No oigo nada más que el palpitar de mi corazón. Deja esa vela y ayúdame a desatar esta caja.

Minglu se puso de rodillas, mientras su amo se recogía las faldas hasta la cintura.

– ¿Para qué quería la caja? – preguntó la doncella.

– Para guardar la comida de modo que no la tocaran las... las ratas.

Minglu se estremeció, mientras sus manos frías forcejeaban con los nudos del cuero crudo.

– No son sólo ratas lo que hay allá abajo. Alteza, por favor, aún estáis a tiempo para cambiar de idea.

– ¿Te estás ofreciendo a bajar en mi lugar?

La respuesta de Minglu fue una exclamación de horror.

– En ese caso, calla. Piensa en Liu Ao, forzado a vivir allí.

Cuando tiraron de la trampilla, el aire viciado que surgió del pozo les hizo apartar la cara.

– ¡Liu Ao! – llamó Fa Xiao –. ¿Estás ahí?

No hubo respuesta.

– Dame la vela.

Minglu entregó el candelabro a su amo y apartó la vista. No quería volver a mirar dentro del foso. FA Xiao revisó el agujero negro a la luz del candelabro. Se había preparado para lo peor y no fue en vano. Sin embargo, Minglu se había equivocado al apreciar el fondo: había algún rincón seco, al menos relativamente hablando. El suelo de tierra estaba inclinado, de modo que en un rincón había sólo barro y no agua viscosa. Tan sólo la mirada fulminante que se elevó hacia él le reveló que la silueta acurrucada en aquel lugar estaba viva.

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora