Fa Xiao entro como un tornado a su cuarto
−Preparen un baño− exigió a sus sirvientes mientras se desvestía a toda prisa. Había entrado en calor de la rabia que le daba el carácter de su esposo.
Liu Ao fue tras su esposo, al abrir la puerta de la alcoba, lo encontró sumergido hasta el cuello en una tina de agua humeante, con el pelo recogido sobre la coronilla, en una suave masa. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el borde de la tina. El agua debía de estar muy caliente, porque su cara estaba algo húmeda de sudor. Al verlo, todos los músculos de Liu Ao quedaron convertidos en piedra. Era magnífico aun cuando lo miraba con el entrecejo fruncido, iracundo; pero en esos momentos parecía la inocencia en persona. De pronto, él comprendió que eso era lo que necesitaba de él. Era suyo, sólo de él. Con el corazón palpitante, cerró la puerta a su espalda.
- ¿Nana? - preguntó Fa Xiao, lánguido.
Como no recibiera respuesta, abrió los ojos. Le bastó ver la expresión de Liu Ao para adivinar sus pensamientos. A pesar de sí mismo, el corazón empezó a palpitarle con fuerza.
- Déjame solo - logró susurrar.
El avanzó sin prestarle atención, con los ojos oscurecidos. Se inclinó hacia el y le tomó el mentón con la mano. Fa Xiao trató de apartarse y no pudo. Su esposo lo besó; en un principio, con rudeza; después, sus dedos y su beso cobraron suavidad.
Fa Xiao se sintió mareado. El placer del agua caliente, la mano apoyada en su mejilla, el beso mismo, lo debilitaban. Liu Ao se apartó para mirarlo a los ojos, aquellos ojos que lo tenían loco. Cualquier idea de enojo había desaparecido. Sólo existía la proximidad de los cuerpos. El mutuo apetito sobrepasó toda hostilidad.
Liu Ao se arrodilló junto a la tina y apoyó la mano tras el cuello del muchacho. Volvió a besarlo y deslizó la boca por la curva de su cuello. Su piel estaba húmeda y caliente. El vapor que se elevaba del agua era como su acicateada pasión. Estaba listo, pero quería prolongar el placer, llevarlo hasta el límite con el dolor. Las orejas de Fa Xiao eran dulces y olían a jabón de rosas.
De pronto, quiso verlo todo, por entero. Lo tomó por debajo de los brazos y lo alzó. El ahogó una exclamación de sorpresa ante el impacto del aire frío. Había una toalla suave al alcance de la mano y Liu Ao lo envolvió con ella. Fa Xiao no dijo nada. En el fondo, sabía que las palabras habrían roto el hechizo. El lo tocaba con ternura, sin exigencias rudas, sin magullarlo. Se sentó en un banco ante el fuego y lo puso de pie entre sus piernas, como si fuera una criatura. No experimentaba azoramiento alguno por estar desnudo, mientras que Liu Ao permanecía totalmente vestido; sólo le maravillaba la magia de aquel momento. Liu Ao lo secó con cuidado. Era un poco torpe: demasiado brusco a veces, demasiado suave otras.
- Vuélvete - le ordenó.
El obedeció, permitiendo que le secara la espalda. Por fin, Liu Ao arrojó la toalla al suelo y Fa Xiao contuvo el aliento.
Pero él no dijo nada. Se limitó a deslizar los dedos por el surco profundo de la columna. El muchacho sintió escalofríos.
Un solo dedo decía más que cien caricias.
- Eres bello - susurró él con voz ronca, apoyando las palmas en la curva de sus caderas -. Muy bello.
Fa Xiao no respiraba. No se movió siquiera al sentir los labios de su marido en el cuello. Aquellas manos se movían con torturante lentitud hacia el vientre, hacia el pecho, donde los pezones lo esperaban, suplicantes. Entonces soltó el aliento y se reclinó contra él, apoyándole la cabeza en el hombro.
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Domando un corazón de piedra
RomanceBorracha tuvo un accidente de transito,para despertar y darse cuenta que no solo habia transmigrado al pasado si no que también ahora era un hombre con la capacidad de embarazarse abandonado en su noche de bodas por su esposo. al ser una persona de...