Vengo por mi esposo

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– Bienvenido a mi casa – dijo cuando cayó la capucha. El joven secuestrado respiró con dificultad –. ¿No te ha gustado el paseo? Lo siento mucho. Los seres como tú están habituados a lo mejor, sin duda.
– ¿Qué quieres de mí? – preguntó Fa Xiao, tratando de calmar su dolor de hombros, pues las sogas que le sujetaban las muñecas casi le dislocaban los brazos.
– De ti, nada – aclaró Zhao Quiu –. Pero tienes lo que es mío y quiero su devolución.

Fa Xiao alzó el mentón.
– ¿Te refieres a Liu Ao?
– Sí – se jactó Zhao Quiu –. Me refiero a Mi Liu Ao. Siempre mío.
– ¿Por qué no te casaste con él cuando te propuso que se casaran y huyeran juntos? – preguntó Fa Xiao con calma.
Zhao Quiu abrió mucho los ojos. Sus labios se curvaron en una mueca que dejó los dientes al descubierto. Sus manos se convirtieron en garras que buscaron la cara del joven.
Fa Xiao se apartó y aquellos garfios no lo alcanzaron. Fuling sujetó con fuerza el brazo de su ama.
– Vamos, tesoro, no se altere, El no vale la pena. Zhao Quiu pareció relajarse.
– ¿Por qué no vais a descansar? – la tranquilizó la sirvienta –. Yo me quedaré con él. Tienes que lucir vuestro mejor aspecto cuando llegue el gran emperador.
– Sí – reconoció Zhao Quiu en voz baja –. Tengo que lucir como nunca. Y se retiró sin mirar a Fa Xiao.
Fuling sentó su cuerpo grande y blando en una silla, cerca de la que ocupaba Fa Xiao, y tomó un tejido.
– ¿Qué casa es esta? – preguntó el joven. La vieja no levantó la vista.
– La finca personal de mi señora, una de las que el ahora emperador le regalo entre tantas, mi señor – respondió con aire de orgullo.
– ¿Por qué me han traído? 

Fuling hizo una breve pausa en su tejer, pero lo reanudó de inmediato.

– Porque mi señora desea ver nuevamente a su amado.
– ¿Y tú crees eso? – apuntó Fa Xiao, perdiendo la compostura –. ¿Crees que esa loca sólo quiere ver a mi esposo?

Fuling arrojó el tejido en su regazo.
– ¡No se atreva a llamar loca a mi señora! Usted no la conoce como yo. No ha llevado una vida fácil. Hay motivos.

 Y cruzó el cuarto a grandes pasos hacia la ventana.
– Bien sabes que está demente, ¿verdad? – insistió Fa Xiao en voz baja –. El hecho de que Liu Ao la haya rechazado la ha llevado a la locura.
– ¡No! – exclamó la anciana doncella. Pero se calmó –El emperador no podría rechazar a mi ama. Ningún hombre
podría rechazarla. Es hermosa y siempre lo ha sido. Incluso cuando era un bebé, fue la más encantadora de cuantas he visto.
– ¿Estás junto a ella desde que era niña?
– Sí, siempre junto a ella. Cuando nació, yo ya había dejado atrás la edad de tener hijos propios. La pusieron bajo mi cuidado y ha sido como un don del cielo para mí.
– Serías capaz de cualquier cosa por ella.
– Sí – afirmó Fuling –. Sería capaz de cualquier cosa.
– Hasta de matarme para que ella se quedara con mi esposo.
La anciana miró a Fa Xiao con ojos preocupados.
– Nadie va a matarlo. Es que mi ama necesita volver a estar con el emperador, y usted no lo permite. Usted es egoísta. Le has quitado a su hombre y no sentís piedad ni simpatía por el dolor de mi ama.
Fa Xiao sintió que perdía los estribos.
– Me ha mentido, me ha engañado, ha hecho cuanto ha podido para quitarme a mi esposo. Una de sus tretas costó la vida de mi hijo.
– ¡Un hijo! – siseó Fuling –. Mi adorable señora no puede tener hijos. ¿Sabe usted cuánto desea uno? ¡Un hijo del gran emperador, el que le robaste! Si perdiste lo que debía ser de mi señora, bien merecido lo tiene.
Fuling iba a decir algo, pero se interrumpió. La doncella estaba tan loca como su ama. La defendería contra todo cuanto se le dijera.
– ¿Y qué piensa hacer conmigo?

Fuling volvió a su tejido, notando que el prisionero estaba más tranquilo.
– Sera nuestro... huésped durante algunos días. Cuando venga el emperador, se le permitirá pasar algún tiempo con mi señora. Cuando vuelvan a estar juntos, él comprenderá que la ama. Sólo harán falta unos pocos días, tal vez unas pocas horas, para que él se olvide de vos, pues en verdad estaba enamorado de mi Zhao Quiu mucho antes de su casamiento. Ese habría sido un verdadero matrimonio de amor, no por interés, como el que lo llevó a usted. Ahora mi señora es una viuda rica, que puede aportar vastas tierras a la familia imperial, más de lo que era antes.
Fa Xiao permanecía en silencio, contemplando el movimiento de las agujas. La anciana doncella tenía una expresión satisfecha. El habría querido hacerle muchas preguntas: cómo pensaba Zhao Quiu liberar a Liu Ao para que pudiera casarse nuevamente, por ejemplo. Pero la prudencia le impidió formularlas. Habría sido inútil.

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora