Reencontrarse

2K 245 15
                                    

Zhao Quiu estaba sentada en un banquillo, delante del espejo, en una gran habitación del último piso del palacio. A su alrededor había colores intensos en abundancia: satén purpúreo o verde, tafetanes escarlatas, brocados naranjas. Cada tela, cada prenda, habían sido elegidas como instrumento para llamar la atención sobre su persona, sabía que el gusto de Fa Xiao se inclinaba hacia los colores sencillos y a las telas de buena calidad, ella, por el contrario, planeaba distraer la atención de Liu Ao con ropas llamativas.

Lucía unas enaguas de color rosado claro, con las mangas bardadas con trenzas negras que describían remolinos. Su

vestido de terciopelo carmesí tenía profundas aberturas en el borde; en la falda habían sido aplicadas enormes flores

silvestres de todos los colores conocidos. Su orgullo era la pequeña capa que le cubría los hombros, con llamativos animales entretejidos en la trama; cada uno tenía el tamaño de una mano masculina; los había purpúreos,

anaranjados y negros. Estaba segura de que nadie podría hacerle sombra durante ese día.

Y era muy importante llamar la atención porque iba a ver otra vez a Liu Ao. Sonrió a su imagen del espejo. Sin duda necesitaba del amor de Liu Ao tras el horrible período que había pasado con su austero esposo. Ahora que era viuda podía recordarlo casi con cariño. Claro, que el pobre hombre había actuado así sólo por celos.

– ¡Mira esa horquilla! – ordenó súbitamente a su doncella –. ¿Te parece que esta piedra hace juego con mis ojos? ¿No es demasiado clara? – se la quitó de la cabeza con un ademán furioso –. ¡Maldito sea ese orfebre! Por lo torpe de su obra, se diría que trabaja con los pies.

Fuling tomó el tocado de sus manos coléricas. – El orfebre es el mismo que trabaja para el emperador: el mejor de todo el reino. Y la horquilla es la más bella que ese hombre haya creado nunca – la tranquilizó –, La piedra es demasiado clara, por supuesto. No hay piedra que pueda igualar el color intenso de vuestros ojos, señora.

Zhao Quiu se estudió en el espejo y comenzó a tranquilizarse.

– ¿De veras piensas eso?

– De veras – respondió Fuling con sinceridad –. No hay mujer que pueda igualar vuestra belleza.

– ¿Ni siquiera ese mariquita ? – acusó , negándose a nombrar a Fa Xiao.

– Con toda seguridad. Señora... ¿no estas planeando algo... que se oponga a las enseñanzas de Buda?

– Lo que yo haga no puede estar contra las enseñanzas de Buda. Liu Ao era mío antes de que el lo tomara.

¡Y volverá a ser mío!

Fuling sabía por experiencia que era imposible razonar con Zhao QUiu una vez que se le metía una idea en la cabeza.

– ¿Recuerda que está de duelo por su esposo? Zhao Quiu se echó a reír.

– no me regañes si no quieres servir a otra.

Era una amenaza familiar, a la que Fuling ya no prestaba atención. El peor castigo que Zhao Quiu podía imaginar era el de privar a una persona de su compañía.

La joven se levantó para alisarse la falda. Los colores y las texturas centelleaban y competían entre sí,

– ¿Crees que él reparará en mí? – preguntó sofocada.

– ¿Quién no?

– Si – reconoció –. ¿Quién no?

Fa Xiao permanecía en silencio junto a su esposo, abrumado de admiración por los muchos invitados del rey. Liu Ao parecía encontrarse a gusto con todos ellos, como hombre al que se respeta y cuya palabra es valiosa. Le daba gusto verlo en un ambiente que no fuera el estrictamente personal. Pese a todas sus riñas y disputas, él lo cuidaba y lo protegía. Sabía que no estaba habituada a las multitudes, de modo que lo conservaba a su lado, sin obligarlo a mezclarse con las mujeres donde tenia que estar, pues se habría visto entre desconocidas.

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora