El Banquete

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Bao Yi se despertó con el pie de Lin Tao en sus costillas, mientras el niño trataba trabajosamente
de subirse sobre él. Se había colado como cada noche en la cama de Lin Pixie, sin conseguir nada más que Lin Tao quiera dormir con los dos cada noche.
— Quédate muy quieto, papá — susurró Lin Tao cerca del oído, Bao Yi le había enseñado, para disgusto de Lin Pixie que le diga de esa forma —. Vas a despertar a mami. — Pasó por encima del nuevo padre y corrió hacia el pasillo en busca de un baño.
Bao Yi miró a su nuevo hijo, frotándose las costillas.
— ¿Sobrevivirás? — le preguntó Lin PIxie jocosamente, yaciendo junto a él.
Él se dio la vuelta y sus ojos se encontraron. El cabello del joven estaba desparramado sobre la almohada, y sus rasgos se veían suavizados por el sueño. Bao Yi no había caído en la cuenta del estricto control que el ejercía sobre sí mismo.
Cautelosamente, sonriendo apenas, él pasó su mano del hombro de Lin Pixie a su mejilla, lo acarició suavemente y recorrió el contorno de su mandíbula.
Contuvo el aliento cuando el joven no hizo ademán de escapar. Era como si fuera un animal salvaje que debía domesticar, cuidando cada movimiento para no espantarlo.
Lin Pixie miró a Bao Yi y sintió su mano sobre el rostro con una sensación extraña. Los ojos de él parecían líquidos, sus labios, llenos y suaves. Él nunca había permitido que un hombre lo tocara por voluntad propia— Y allí estaba,
acostado, junto a Bao Yi, preguntándose qué pasaría si lo tocaba. Él tenía la barba crecida, lo que acentuaba la firmeza de sus rasgos. Un mechón de pelo oscuro caía sobre su oreja.
Como si le leyera los pensamientos, Bao Yi tomó una de sus manos y la posó sobre su mejilla. Él no la retiró, sintiendo que su corazón latía con violencia.
Sentía que estaba haciendo algo prohibido. Después de un largo momento, le tocó los cabellos. Eran suaves y limpios, y se preguntó qué aroma tendrían.
Volvió a mirar a Bao Yi y supo que él iba a besarlo. Aléjate, pensó, pero no se movió.
Lentamente, diciéndole con los ojos que no estaba obligado a nada, Bao Yi se le acercó más, y cuando sus labios se encontraron Lin PIxie mantuvo los ojos abiertos.
Qué sensación tan agradable, se dijo.
El no hizo más que tocarle los labios con los suyos y dejarlos ahí sin forzarlo a abrir la boca, sin agarrarlo y echarle su peso encima como había hecho otro hombre; sólo dejó que ocurriera ese beso ligero y placentero.
Bao Yi fue el primero en retirarse, y su mirada era tan cálida que Lin Pixie comenzó a ponerse rígido.
Ahora vendrá el ataque, pensó.
— Ch... — lo tranquilizó, la mano sobre su mejilla— . Nadie te hará daño nunca más, pelirrojo.
— ¡Papá! — aulló Lin Tao, y el encanto quedó roto.
— Seguramente esta vez ha encontrado un unicornio — dijo Bao Yi entre dientes, levantándose con desgana. Su broma se vio recompensada por una muy leve sonrisa de Lin Pixie.

—Tu le permites decirte de esa forma, tu lo atiendes. —Cuando a su vez se puso de pie, Lin Pixie sintió una fuerte punzada en un hombro. No estaba acostumbrada a dormir con un hombre grande en la cama aparte de Lin Tao que era un niño pequeño, y en su esfuerzo por mantenerse lejos de Bao Yi había dormido de costado sobre su pobre hombro.
Como si fuera la cosa más natural del mundo, Bao Yi comenzó a masajearle los hombros.
— ¿Qué has encontrado esta vez, Lin Tao? — preguntó al niño.
— Un dragón — volvió a gritar— , ¿Puedo seguirlo?
— No hasta que todos lleguemos allí. ¿Mejor? — le preguntó a Lin Pixie, y cuando el asintió, le besó el cuello.
— ¿Siempre eres tan libre con el afecto? — preguntó el menor, con curiosidad— Cuando visitas la casa de alguien, ¿besas tan tranquilamente a todas las mujeres?
— Puedo ser civilizado, lo aseguro, y por lo general me limito a besar las manos de las damas... al menos en público. — Se volvió para mirarlo, sonriendo, con los ojos brillantes. — Pero con vos, mi encantador pelirrojo, desde nuestro primer, eh... encuentro, nada ha sucedido según mi costumbre. No puedo evitar pensar que eres sido un regalo, un regalo muy precioso, algo que debo conservar a cualquier precio.
Antes de que Lin Pixie pudiera contestar — y verdaderamente se encontraba demasiado atónito como para responder— él lo tomó de la mano y comenzó a caminar hasta donde Lin Tao los esperaba, impaciente.
— Veamos a donde nos conduce este niño. Bao Yi no lo soltó, mientras Lin Tao los guiaba hacia un sendero angosto y largo tiempo en desuso atrás del patio donde se quedaba Lin Pixie.
— ¿Qué piensas de mi hijo?
Bao Yi sonrió mientras el niño pateaba un montón de setas. Este los miró y continuó corriendo delante de ellos.
— Es muy independiente, inteligente y bastante adulto para la edad que tiene. Debes de sentirte muy orgulloso de él.
— Estoy mas que orgulloso de lo magnifico que es, sin ese niño ya me hubiera quitado la vida hace años.

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora