Contraataque

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Fa Xiao soñaba con su antigua vida, con su gato/ángel de la guarda, con su madre antes de cambiar en mala madre.

Quería mostrarle a su madre que en esta vida tenia una familia, amigos y un bebe al que iba a amar sobre cualquier cosa. Se toco el vientre, en este cuerpo su panza no estaba pensó, su bebe era de su otro cuerpo. Pero su madre le dijo que se mire al espejo. Estaba en su identidad como Fa Xiao y aun así no tenía su pancita, quería saber que pasaba, Sentía el cuerpo acalorado y dolorido; le costaba concentrarse en lo que estaba ocurriendo. Allí estaba Liu Ao, sonriéndole, pero su sonrisa era falsa. Detrás de él, los ojos de Zhao Quiu relumbraban triunfalmente.

- He ganado - susurró la mujer -. ¡He ganado!

Fa Xiao despertó poco a poco. Surgió del sueño con nerviosismo, pues le parecía tan real como el dolor del cuerpo. Se sentía como si hubiera dormido durante varios días en una tabla. Movió la cabeza a un lado.

Liu Ao dormía en una silla, junto a la cama. Aun dormido se lo veía tenso, como dispuesto a levantarse de un salto.

Estaba ojeroso y los pómulos le sobresalían bajo la piel. Su barba mostraba un crecimiento de varios días.

Fa Xiao lo miró por varios segundos, intrigado, preguntándose por qué su marido estaba tan demacrado y por qué le dolía tanto el cuerpo. Movió la mano bajo las mantas para tocarse el vientre. Ya no estaba duro ni levemente redondeado, sino hundido y blando. Tenía una pequeña costura que dolía ¡Y qué horriblemente vacío se sentía!

Entonces lo recordó todo. Recordó a Liu Ao acostado con Zhao Quiu, aunque había dicho que ya no la quería. Fa Xiao había empezado a creerle, a soñar un buen futuro para ambos, en la felicidad que tendrían cuando naciera el niño.

¡Qué necio había sido!

- Fa Xiao - murmuró Liu Ao con voz extrañamente ronca. Se sentó en el borde de la cama y le tocó la frente. - La fiebre ha pasado - dijo con alivio -. ¿Cómo te sientes?

- No me toques - susurró con asco -. Aléjate de mí.

Liu Ao asintió, con los labios reducidos a una línea dura. Antes de que ninguno de ellos pudiera hablar, se abrió la puerta, dando paso a Zhang Di. La expresión preocupada de su cara dejó sitio a una amplia sonrisa al encontrarlo despierto. Se acercó a paso rápido por el lado opuesto de la cama.

-Fa Xiao - murmuró -. Teníamos miedo de perderte.

Y le tocó el cuello con suavidad. Ante la aparición de un rostro familiar, Fa Xiao sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Zhang Di frunció el entrecejo y miró a su amigo, pero este sacudió la cabeza.

- Vamos, tesoro - dijo él, abrazando al muchacho -, no llores.

- ¿Era varón? - susurró. Zhang Di se limitó a asentir con la cabeza.

- ¡Lo he perdido! - gritó el, desesperado -. Ni siquiera ha tenido la oportunidad de vivir y lo he perdido. Oh, Zhang Di, tanto como deseaba yo a ese niño. Habría sido bueno, amable y bellísimo.

- Sí - concordó el gemelo -, alto y fuerte como el padre.

Los sollozos eran desgarradores.

Zhang Di miró a su hermano. Era difícil determinar quién era el más desesperado, si Fa Xiao o él. Liu Ao nunca habla visto llorar a su esposo. El le había demostrado hostilidad, pasión, humor... pero nunca aquel horrible dolor. El hecho de que no lo compartiera con él le inspiró una profunda tristeza.

- Fa Xiao - dijo el gemelo -, tienes que descansar. Has estado muy grave.

- ¿Cuánto hace que estoy enfermo?

Domando un corazón de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora