Capítulo XIV: Buitre

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"Tienes un gran nombre, por ello debo matar tu nombre antes de matarte". (Gladiador).



—¡Desármenlos y escóltenlos a la sala principal! —bramó Buitre a su ejército con autoridad y una sonrisa que no le decía nada bueno a la agente.

El pequeño grupo de Norman fue reducido en cuestión de segundos. Todas sus armas confiscadas mientras ellos eran llevados a través de la alcaldía con empujones e insultos. En el centro del edificio estaba la sala principal, la cual estaba desalojada; había sangre seca en el suelo y en los pisos de arriba se podía ver una multitud que gritaba y tiraba pedazos de basura o pequeñas piedras al grupo de supervivientes.

—¡Hemos traído nuevos juguetes para nuestro entretenimiento! —gritó Buitre alzando los brazos para que sus seguidores lo aclamaran y gritaran más fuerte.

—Esto no me gusta —le dijo Kaira casi en un susurro a Norman, quien le miró con una mueca. No iba a darse por vencido tan fácilmente.

—Tranquila, sea lo que sea las tenemos a ustedes dos —le aseguró el joven confiado, por lo que a la espía le dio un tic nervioso en el ojo derecho por tal declaración; ella sí era casi inmortal, él no.

—Queridos mocosos, déjenme dejarles las reglas claras del nuevo mundo, mi mundo —anunció el líder de aquel grupo de criminales haciendo gestos del siglo pasado, elevando y girando las manos como un aristócrata, haciendo que toda su audiencia riera, y lo peor de todo era que no eran risas falsas; aquello en serio les divertía.

—¿Nuevo mundo? —preguntó Alicia sin entender lo más mínimo de lo que aquel hombre hablaba; a diferencia de los otros, el nuevo mundo venía con la llegada del virus EFM y el desastre que la N.R.U provocó, o eso había visto en la memoria de sus amigos.

—Sí, mi querida niña, ¡el nuevo mundo! Gobernado solo por los más fuertes, los débiles mueren, las bestias comen, matan y las leyes impuestas por su más reciente gobernante, es decir yo, prevalecen como las santas escrituras de antaño —explicó Buitre agarrando un mazo de metal enorme, el cual uno de sus hombres le entregó casi temblando.

Kaira suspiró cansada recordando sus años de servicio, cuando en sus variadas misiones de infiltración y asesinato encontraba a maniacos iguales, narcisistas ansiosos de poder, o locos psicópatas que por alguna razón eran persuasivos para los demás.

—Regla número uno, o estás con los fuertes o con los débiles, y los débiles mueren siempre. El hombre se paseaba por la sala como si fuera a dar una conferencia, lo que le disgustó bastante a Franco, quien esperaba saber ya que había pasado con su hermana.

Norman tan solo pensaba en los cientos de maneras de escapar de ese lugar, esperando que Eric y Samanta llegaran a tiempo. No dudaba de Eric, pero sí dudaba del tiempo y sincronización; solo lo habían hecho en un videojuego, y les había salido mal el plan, claro que eso no se lo diría a los demás...

—Regla número dos, si quieres algo tómalo. Si lo tiene alguien más, pelea, mata, lucha hasta conseguirlo. Esta ahora es la tierra de los más fuertes, la supervivencia del más apto.

A Alicia solo le preocupaban sus amigos. Ella era capaz de defenderse sola; de acribillarla se regeneraría, de quemarla volvería a su estado actual, y con su fuerza y velocidad más sus poderes mentales podría acabar con un gran número y salir corriendo, pero ¿dejaría a Norman solo? Jamás.

—Regla número tres, o matas o te matan, pero creo que eso ya lo entendieron —exclamó Buitre sonriendo para ver a sus lacayos.

La multitud a su alrededor dio una perturbadora risa unida a gritos; parecían hienas golpeando los barandales, las paredes o algunos hasta zapateando. Era un escenario horrendo de presenciar la conciencia de aquellas personas; sí, estaba rota, y por el olor y demás factores Kaira sabía que habían consumido algún tipo de droga, o tipos.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora