No Me Arrepiento De Nada

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POV ALBA




Los rayos de sol brillantes que entraban por el gran ventanal de aquella habitación de hospital hicieron que me retorcida entre las sábanas, bueno, también entre los brazos de la morena que estaban rodeando mi cuerpo pero poco tardo en quitarlos cuando sintió mis movimientos. Soltó un pequeño gruñido al mismo tiempo que fruncía el ceño, cuadró su cuerpo en una posición más cómoda y con esta posición su rostro se fue relajando hasta volver a transmitir la paz y tranquilidad que siempre transmitía cada vez que dormía.

Sonreí levantando mi mano y con todo el cuidado y la delicadeza que puede reunir en la yema de mis dedos la pasé por su carita, roce cada una de sus facciones como si fuese la pieza de porcelana más delicada, como si con el más mínimo toque se fuera a destrozar en mil pedazos, como si le estuviese causando un dolor enorme el tacto de mis dedos, como si no quisiera despertarla nunca con mis movimientos y estar observándola el resto de mi vida.

Una lágrima solitaria bajo por mi mejilla, mi mandíbula se tensó y mi mano libre se cerró en un puño fuertemente hasta el punto de sentir como mis uñas se clavaban en mi piel. Verla tan vulnerable, tan destrozada, tan lastimada…

Joder, y todo por mi culpa.

Nunca había visto a Natalia en estas condiciones y aquello lo estaba sintiendo en carne propia. Podía sentir cada uno de sus rasguños como quemaban en mi propia piel, como algo dentro de mi pecho me incomodaba, como un puño apretaba mi corazón y lo estrujaba sin consideración alguna al verla así.

Solté un suspiro cargado de frustración en el mismo instante en que el cuerpo de la morena se removía inquieto, levanté mi mano lo más rápido que pude y aleje de un manotazo aquella lágrima que se perdió a medio camino, agite mi cabeza en un intento por salir de aquellos pensamiento que me rompían el alma y trate de poner mi mejor sonrisa para aquellos ojos que poco a poco se abrían mostrándome un brillo que nada ni nadie podría extinguir.

Ni en las peores situaciones de mierda.

— buenos días — su susurró ronco se convirtió en un interruptor que encendió en un segundo mi apagado corazón, el cual, empezó a galopar como si se tratrase del más indefenso animal huyendo del rey de la selva.

Joder, Lacunza. ¿Cuando coño vas a dejar de hacer esto en mi cuerpo?

Y como si estuviese leyendo mi pensamiento sonrió de medio lado con la picardía y la superioridad decorando sus carnosos labios. Labios que se empezaron a acercar poco a poco mientras acomodaba su cuerpo para poder inclinarse sin hacerse daño. Le devolví la sonrisa anticipándome a sus pensamientos y ladeando ligeramente mi cabeza para poder corresponderle a su beso.

Fue un beso lento y dulce dónde no hubo mayor implicación que el roce de nuestros labios pero aún así en ningún momento perdió la intensidad habitual a la que ya me estaba acostumbrando cuando sentía sus labios y el sabor de estos cerca de los míos. Sonrío en mitad de este y se separó con una gigantesca sonrisa que no dude en imitar, se inclino nuevamente pero esta vez dejándome un pequeño pico para posteriormente bajar un poco su cabeza y acomodarla entre mi cuello y mi pecho, cerré los ojos sintiendo su aliento caliente chocar en mi nuca y me estremecí por dos razones completamente diferentes, las dos razón que solo ella podía causar en mi cuerpo y no sabía cuál era mejor.

— buenos días, mi amor — trague saliva con dificultad devolviéndole el saludo mientras ella se entretenía jugando con el borde de mi camisa.

—¿Dormiste bien? — ronroneo activando nuevamente mis estúpidos sentidos logrando que me preocupara seriamente por el estado de mi corazón.

madre mía, que se podría salir en cualquier momento coño.

cuidare de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora