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—Él era justo como tú —comentó con tristeza—. Un chico alegre y vivaz que terminó en un accidente. Él perdió ambas piernas...

–Vaya, yo... Lo siento mucho.

Le había preguntado, en tono de broma, si sabía lo que era perder una parte de ti mismo. Y aunque ella negó, comenzó a hablarme sobre cómo perdió algo más.

—Sobrevivió al accidente, pero no soportaba verme —confesó—. Cada vez que lo veía, me largaba a llorar. Él creyó que era por sus piernas, pero en realidad lloraba por su mirada... Porque siempre lo encontraba mirando al vacío, como si su cuerpo estuviera vivo, pero no su mente. Cada vez que lo veía, podía notar que ya lo había perdido.

—¿Y qué sucedió?

—No lo soportó.

Fue lo último que dijo sobre el tema.

No necesité explicaciones.

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora