Por una razón.

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Por una bendición, el pánico me duró sólo unos segundos. Recordé que había tenía la silla de ruedas en la habitación, junto a su respirador portátil. Si hacía malabares hasta llegar hasta allí, podría ayudarla. Me levanté del suelo luego de dejar a Less en una posición cómoda.

Recé para no caerme, mientras corría hacia mi habitación. No sé si fue gracias a la adrenalina, pero logré llegar hasta mi objetivo.

Aproveché y tomé el teléfono, marcándole a urgencias mientras armaba la silla de ruedas con el respirador y volvía con Lexy.

—Vamos mi amor, necesito que me ayudes, no puedo hacerlo solo, Less.

Montarla conmigo resultó mucho más difícil de lo que creí en un principio, pero logré hacerlo luego de algunos intentos. La senté en mi pierna y le coloqué con movimientos expertos el respirador sobre la boca, comenzando a mover la silla de ruedas con una mano.

Para cuando llegué al elevador, lo pálido de su piel era alarmante y apenas parecía poder respirar. Incluso con el respirador.

—Tranquila, Less. Estoy aquí. Te amo, así que no te atrevas a dejarme.

Pulsé el botón con desesperación, las lágrimas quemaban en mis ojos.

—No me dejes nunca.