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Al día siguiente, apenas salió el sol, decidí que no podía seguir ahogado en mi depresión. Debía alimentarme, cuidar de mi salud.

Así que fui hasta la cocina con las muletas. Sentía mi estómago rugir, luego de pasar todo el día anterior sin comer.

Vicky de seguro me regañaría.

Comer bien era parte del tratamiento.

Apenas crucé el umbral, me quedé congelado.

—Buenos días, Axel. ¿Cómo te encuentras?

¿Pero qué...?

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora