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Ahí estaba ella. Tan hermosa como siempre, con su cabello color chocolate en una trenza elegante. Los mismos ojos miel, aquellos que miré miles de veces antes, la misma nariz con el leve rastro de pecas. La misma sonrisa brillante que me enamoró. Sonriendo con calma mientras preparaba el desayuno, aquel que era mi favorito y el que me hizo cientos de veces cuando vivíamos juntos.

Ahí.

Viva.

Como si nada hubiera ocurrido.

—¿Less? —pregunté, asombrado.

—¿Sí?

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora