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—No me voy a casar contigo —fue su respuesta inmediata.

Yo reí, ya conocía que esa sería su reacción.

—Obvio que no, aún somos niños. No tenemos ni la edad para casarnos.

—¿Entonces...?

—Es un anillo de promesa —expliqué, sonriente—. Significa que prometo que cuando sea el día, lo reemplazaré por uno de verdad.

—Es una promesa —repitió admirada, aceptando el anillo en su dedo.

Sus ojos brillaron como nunca esa noche.

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora