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—Lo importante es que estás vivo —murmuró mi madre.

Se le había vuelto un mantra. Cada vez que me veía decaído lo decía.

—¿Y para qué estoy vivo? Hubiese preferido morir en el accidente.

Mi mamá lloró tanto, que nunca más volví a decir esas palabras en voz alta.

Aunque seguí pensándolas por mucho más tiempo.

Por una razón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora