CAP 35 PARAISO

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Hace casi ya una semana que la pareja llevaba navegando por las cristalinas y azules aguas del océano Atlántico, recorriendo las hermosas playas y caletas de Francia y atracando en cada uno de los muelles a su paso para bajar a explorar los provincias costeras de la zona. Sin embargo, la rubia no había pasado de tomar el sol en la proa y mojar sus pies en la orilla cada que tenía la oportunidad, pero Steve estaba decidido a hacer que Natasha entrara al agua con él, quería nadar con ella, quería verla sumergida en el agua con esos sexies y lindos trajes de baño que cubría con sus batitas de lino y sabía exactamente qué hacer para convencerla.

Aquella mañana del sábado soleado en alta mar los recibió con una tranquilidad apacible, consiguiendo colarse por las amplias ventanas de cristal del camarote principal de aquella embarcación romántica donde Nat y Steve se encontraban una vez más ...

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Aquella mañana del sábado soleado en alta mar los recibió con una tranquilidad apacible, consiguiendo colarse por las amplias ventanas de cristal del camarote principal de aquella embarcación romántica donde Nat y Steve se encontraban una vez más entregándose al inmenso amor que se tenían, y al deseo que les provocaba despertar entre los brazos del otro, acurrucados bajo las mantas blancas de su cama.

-Ahh... Buenos días, amor... -Nat gimió en un ronroneó y jadeos que no pudo contener después de que ambos se hubiesen liberado. El rubio suspiró con alivio aún sumergido en el hueco cálido de su cuello mientras ella llenaba su frente de pequeños besitos temblorosos y el iba aminorando sus movimientos de caderas hasta detenerse por completo y salir lentamente y a regaña dientes de sexo apretado.

-Ohh... Dios... Muy, muy buenos días, mi amor. -Steve buscó rápidamente sus labios para darle un beso terriblemente tierno y después separarse solo un poco para tomar un cojín y colocarlo justo bajo su espalda baja para que estuviese más cómoda con la nueva posición que se le había venido a la mente.

-¡Que haces, tonto! -Nat chilló divertida cuando él metió sus manos bajo su cintura y la levantó para acomodarla mejor mientras él se posicionaba de rodillas entre sus piernas, abriendo las de ella un poco más para que montara sus muslos flexionados a los costados de su cintura.

-¿Lista? -Bajó para susurrarle sobre sus labios, recibiendo un asentimiento de cabeza divertido que los hizo reír con complicidad.

Nat ladeó un poco su cabeza para poder mirar los músculos de su chico tensarse mientras las venitas al empuñar su miembro hinchado y palpitante resaltaban por todo el largo de sus brazos y bíceps. Steve colocó una de sus manos en el tronco donde iniciaba su pierna derecha para darse apoyo mientras su otra mano guiaba la punta de su glande a su entrada para introducirse lentamente entre sus labios íntimos y malditamente húmedos hasta embestirla de una sola estocada que los hizo gemir a ambos de placer.

-¡Maldición, nena! -Evans gruñó al sentir sus paredes devorar por completo el largo de su falo hasta desaparecerlo mientras ella arqueaba su espalda contra el colchón y elevaba sus brazos para aferrarse a la orilla de la cama por encima de su cabeza, obsequiándole una escena realmente erótica que hizo su miembro latir dentro de ella.

-¡Hazlo, amor! -Natasha jadeó pérdida en aquella deliciosa sensación mientras sus manos tiraban de la sábanas con fuerza.

Steve la tomó por el tronco de sus muslos casi a la altura de su ingle, abriendo más sus piernas para el y sujetando bien su cuerpo para salir de ella con lentitud e iniciar un movimiento de caderas sensual para embestirla y regocijarse con el sexy gemido que ella le obsequió cuando su cuerpo comenzó a retorcerse al ritmo de cada estocada. El rubio adoró ver cada gesto de placer escapar con naturalidad de su rostro, mientras abría sus labios color melocotón para gemir y arquear su espalda hasta levantar sus caderas y elevar sus senos redondos y blanco que no paraban de rebotar frente a sus ojos cada vez que él empujaba su cuerpo al hacerla suya.

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