Capítulo XXI: Frontera

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"Lo relevante en la mentira nunca es su contenido, si no la intencionalidad del que miente."(Jacques Derrida).

Lo primero que vio al abrir los ojos fue una nube de polvo, la cual se formaba frente a ella como un pequeño tornado en crecimiento. Sentía como cada parte de su cuerpo emitía un dolor punzante. De su frente se podía sentir la sangre caliente que ahora manchaba la parte de arriba del vehículo. Luego de la explosión las camionetas rodaron unas cinco veces por la carretera; para la suerte de todos, la explosión como tal no los alcanzó.

Kaira salió del auto mirando en dirección a la ciudad; no quedaba prácticamente nada, solo una gigantesca nube de color negro con pequeñas llamas, polvo por doquier y algún que otro edificio derrumbado. La explosión también arrasó con gran parte de la abundante vegetación que allí se formaba, lo que antes eran grandes árboles, arbustos y hasta un río había quedado destrozado e irreconocible.

—Ayuda... —susurró una voz conocida.

Kaira, con sus sentidos amplificados, captó el sonido de ayuda de la camioneta que había salido. Había quedado alguien vivo, aunque, de no ser él, ya no tenía motivo alguno por el cual no eliminar a los demás e irse; hasta allí había quedado su fantasía y cuento de amor.

—¿Hay alguien?

Volvió a escuchar la voz y corrió lo más rápido que sus lastimadas piernas le permitían; no tardarían mucho en regenerarse. Al llegar, vio a Norman pálido y con un moretón en la mejilla, sosteniéndose el costado derecho mientras de sus labios escurría un hilo de sangre.

—Kaira —susurró él para luego desmayarse.

Ella, recordando su entrenamiento, lo sacó de la camioneta, poniendo de inmediato su oreja en el pecho del joven, quien para su suerte seguía con un pulso fuerte. Sacó el aire comprimido en sus pulmones para luego emitir un suspiro; al menos Norman no había muerto. Sonrió aliviada y feliz de que él estuviera bien; solo tenía heridas leves; al parecer para sus amigos era su día de suerte.

Tenía que sacar a los demás que seguramente estarían inconscientes o muertos. La última la descartó de su mente; antes vio su muñeca y prendió su chip de comunicación; éste seguía en morado; había sido retirada de su misión, seguramente dada por muerta tras la explosión, lo que le parecía perfecto; ahora podía actuar desde las sombras. La única desventaja es que ya no contaría con suministros o información geográfica.

—Modelo cero, lee los pulsos de las personas en las camionetas. —El chip emitió un leve destello rojo para luego ser de color verde. Kaira suspiró aliviada; todos seguían con vida al menos.

Luego de tres horas, junto a Eric y Samanta, quienes habían despertado sin aparentes heridas graves, sacaron al resto del grupo, quienes sí tenían algunas heridas que, por el momento, les impedirían combatir más no andar.

Alan y Nora junto a Franco despertaron quince minutos después; Norman y Alicia despertaron a la hora. Por los alrededores, José y Sofía vigilaban por si algo decidía atacarlos. Miguel, el médico, revisaba a todos para verificar si no habían heridas o contusiones internas; si alguien tenía hemorragias internas, se volvería un problema serio, bueno, más de los que ya tenían.

—Las camionetas no quedaron tan destruídas; digo, podríamos tratar de voltear dos —propuso Franco, a lo cual Kaira asintió y llamó a Norman, José, Eric y Samanta.

Kaira activó el patógeno, tornando sus ojos azules brillantes, haciéndole fácil el voltear los vehículos. Norman, Samanta, Alicia, Eric y Franco la miraron raro, para luego no darle importancia. Habían visto muertos vivientes; ya todo era posible en este mundo retorcido lleno de secretos.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora