Capítulo XXIII: Lo que nos asecha allá afuera

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Norman yacía frustrado y confundido. Estaba sentado en una mesa con un vaso de agua por la mitad en la mano derecha; pensaba en lo que había visto hace rato. ¿Acaso su cordura lo traicionaba? Claro, no sería algo raro después de todo lo ocurrido. Mientras él se hundía en sus pensamientos, Alicia se sentaba a su lado para observarlo sin que él se diera cuenta; así de mal se encontraba.

—¿Norm, está todo bien? Te veo algo, deprimido... —le comentó Alicia, tocándole de una forma ligera el brazo para llamar su atención.

Él, en cambio, la miró y se tragó el agua de golpe señalándole la salida; ella lo miró confundida, pero luego asintió y salieron juntos del puesto. Tal vez él no pudiera percibir ni ver, ni siquiera escuchar, pero estaba seguro que ella sí podría percibir aquella cosa o cosas.

—Te juro que vi algo extraño a lo lejos, donde la niebla tapa todo. Una figura alta con cuernos, delgada, parecía un infectado, pero al estilo más demoniaco posible —describió Norman con enojo. No quería ser tratado como un loco o demente.

Alicia lo miraba dudosa para luego mirar en la dirección donde su amigo apuntaba. Kaira estaba escondida muy cerca de ellos atrás de una pared, revisando su chip, localización, tropas, bases cercanas, mapas y conexiones cuando escuchó lo que Norman dijo. Dejó la pantallita roja y se concentró en ellos.

—Usaré mis poderes para escanear la zona, aunque yo no creo que haya algo por ahí; digo, los infectados murieron en esa explosión, ¿no? —le recordó Alicia mirándole como la inocencia de un cachorro recién entregado a su nueva familia.

Él hizo una mueca para negar la posibilidad del exterminio total de esas cosas. Ella suspiró y sus ojos tomaron un tono carmesí brillante. Últimamente sabía utilizar expresiones y el lenguaje corporal humano, pues se le era difícil sentir sus emociones a flor de piel como ellos.

Kaira activó sus habilidades para así aumentar sus sentidos. No captaba nada, ni señales de calor, ni sonidos, ni palpitaciones, solo el viento y la respiración nerviosa de Norman. ¿Qué le ocurría últimamente? Tal vez había sido mucho para alguien normal como él.

—No, Norm, acá no hay nada de nada, debe ser porque no hemos dormido, comido y descansado lo suficiente. Ven, vamos a prepararte una arepa con lo que sea que haya ahí adentro —dijo ella con dulzura como si le hablara a un niño pequeño; incluso le había tomado de la mano.

Norman dio una ojeada una última vez al bosque. A pesar de no estar seguro de que le haría caso a Alicia, la falta de sueño le pasaba factura y su cuerpo le pesaba demasiado. Alicia lo dejó dormir en una pequeña colchoneta que había adentro del puesto, mientras ella y Samanta terminaban de cocinar para el grupo.

Kaira desenfundó una glock y se puso una chaqueta militar que encontró en los bolsos que se trajeron, más los guantes y un cuchillo militar de cierra. Se encaminó al bosque sin vacilar; para su sorpresa Sofía estaba a su lado, acompañándole, cosa que por alguna razón no le incomodó.

—Hey niña, no dejaré que vayas sola a ese bosque, además a mí también me da mala espina este lugar, y más ahí adentro, pero seguro no las apañaremos con lo que venga —le comentó la mujer con un notorio acento español, mientras recargaba una escopeta de disparo rápido.

Iban a paso lento, procurando no hacer mucho ruido. La agente seguía con sus habilidades activas, mientras que Sofía estaba alerta a cualquier señal de peligro. Al caminar por un buen rato dieron con un hermoso lago de agua cristalina, la cual brillaba por la luz de la luna reflejada en la misma; incluso había rocas bastante llamativas que yacían en aquel lugar, el pasto verde e arbustos hermosos, y lo más sorprendente de todo era que no estaba oscuro, sino más bien iluminado, lleno de vida...

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora