26; Padre e Hijo

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❝Y sí algún día perdiese
mi miedo a perder...❞

Narra Autora

Un día después, cuando el sol ya estaba en la cima y las aves cantaban alrededor de la ciudad, Osamu Dazai salía de su casa a pasos nerviosos, y con una pequeña bolsita colgando de una de sus manos.

_____ le había enviado la dirección por mensaje de texto, y mientras él tomaba ya el autobus, ella preparaba el almuerzo al mismo tiempo en el que este jugaba con gran variedad de muñecos, sentado en la alfombra de la sala y con la radio encendida a pocos metros suyo.

Dazai había hecho una llamada a Kunikida aquella mañana, informándole rápidamente que no iría a trabajar y dando una excusa tan tonta que no habían posibilidades de que fuera creída, sin embargo, algo en el hablar de Osamu y su actitud el día anterior hizo al de gafas creer que algo importante había pasado y, por primera vez, no le regañó en lo absoluto.

Así que, así fue como, cerca de las tres, el timbre de la casa de ciertas chicas hizo eco en el lugar, y dado a que ____ preparaba la ensalada, Sahori se dispuso a abrir la puerta.

Al principio su cara no expresaba interes respecto al hombre con el que se encontraría, y aunque sabía que había una hora acordada mantuvo en su mente la posibilidad de que fuera otra persona. Pero cuando abrió y alzó la cabeza, todos sus pensamientos se difuminaron y levantó los párpados de un sopetón; El parecido con Kalem era tan grande que era imposible negar su compatibilidad sanguínea, sus ojos eran del color exacto, su cabello tenía el mismo tipo de rulos, sus labios eran igual de finos. En ese instante se percató de que probablemente lo único en lo que Kalem se parecía a la mamá era su actitud. Mas, al percatarse del silencio que se había formado, Osamu no tardó en decir algo, aunque entre tartamudeos.

─¿Aquí vive... ____ __(apellido)?─. Rasco su nuca con vergüenza y, casi por instinto, miró hacia el interior de la casa, pero al darse cuenta de que no debía hacerlo (puesto a que desconocía sí esta era la casa correcta o no), regresó rápidamente su mirada hacia esa chica, quien extrañamente le seguía observando anonadada.

─S-sí. Ehm, p-pasa─. Pero, dicho esto, la joven se hizo a un lado y él asintió poco antes de avanzar cierta cantidad de pasos, quedando en el pasillo de la entrada y observando curioso a su alrededor.

─¡_____, Kalem, ya llegó!─. Avisa, cerrando la puerta y deteniéndose unos centímetros por detrás del chico que le daba la espalda.

Entonces, los nervios volvieron a invadir a Dazai, y cuando unos pasitos hicieron eco en aquel lugar y un niño se posó frente a sus ojos, su corazón se estrujó en el interior de su pecho.

Evitando llorar, se inclinó lentamente hasta quedar con ambas rodillas en el suelo, y sonrió lo mejor que pudo. Sus pensamientos fueron idénticos a los de Sahori por un momento, su hijo era exactamente igual a él, como sí se viera a sí mismo pero de pequeño.

Y ahí fue cuando, con ojos brillantes y una sonrisa entusiasmada adornando su rostro, el niño dio un paso más hacia él y, gritando un feliz “¡papá!” le envolvió con sus pequeños brazos.

Dazai no supo reaccionar por un segundo, el contacto con el pequeño le dejó helado, pero no tardó mucho más de cinco segundos en corresponderle y, entre el abrazo, dejar asomar una sonrisa y acariciar su cabello.

En un momento dado, sintió una presencia delante suya y alzó la cabeza como reflejo, encontrándose a _____ frente a él y a pocos pasos de su cuerpo, mirando la escena con algo de sorpresa que fue difícil disimular ante los ojos del castaño.

─Hola pequeño─. Saluda, alejándose unos centímetros para verle a los ojos─. ¿Cómo estas?─. No está muy seguro de qué decir, pero al niño ello no parece importarle. Aún sonríe─. Mira, te traje algo...─. Y al oírle decir eso, sus ojos, que permanecían cerrados pues sonreía ampliamente, se abren y se dirigen automáticamente a la bolsa que cuelga de la mano de su padre, agarrando esta y provocando un roce muy suave entre los pequeños dedos de él y los nudillos de Dazai.

Abriéndole con algo de cuidado, saca una caja de cartón del interior, y observa la portada que, gracias al plástico transparente, permite ver lo que tiene dentro.

Era un muñeco de quince centímetros de largo aproximadamente, que venía vestido con un traje que simulaba metal y un casco teñido de verde, cosa que emocionó incluso más a Kalem, quien agitó la caja con entusiasmo mientras miraba en dirección del juguete.

─¡WOAH!─. Halagó, provocando en Dazai una sonrisa que se notaba más tranquila que hasta hace unos segundos atrás, como sí un peso hubiera desaparecido de sus hombros─. ¡Gracias!─. Así, y luego de agradecer, Kalem giró en dirección de su madre y extendió la caja hacia ella usando sus cortos bracitos mientras le miraba inocentemente.

─Mamá, ¿me lo abres?─. Oído esto, la mayor no tardó en asentir.

─Claro cariño─. Recibiendo la caja y abrazando esta con suavidad mientras miraba al niño dar media vuelta hacia su padre y verle con sorpresa, pues Dazai se había puesto de pie nuevamente.

─¡Woh... Yo también quiero ser así de alto cuando sea grande!─. Comenta, llevando su cabeza hacia atrás para poder así mirar al adulto a la cara. Osamu no logra evitar sonreír con vergüenza, pero el niño ni siquiera lo nota─. ¡OOH, papá!, ¡mira, ven!, ¡voy a mostrarte mi cuarto!─. Entonces, alza su manito y pega un salto en el intento de agarrar la mano del varón, quien no demora en facilitarselo al inclinarse y acercarsela a él.

─D-de acuerdo─. Responde, sonriendo con suavidad mientras mira al pequeño casi brillar de la emoción que posee.

Así, Kalem corre en dirección del lugar mencionado y, dado a que están de la mano, Dazai le sigue.

Mas, cuando pasan junto a la madre del menor, Osamu ralentiza su andar y le mira a los ojos, sonriendole de manera sincera y haciendo un gesto tranquilo con la cabeza, “diciéndole” hola y provocando en ella la extraña sensación de que su estómago da un giro en el interior de su abdomen.

Sus mejillas se encienden, el tiempo parece detenerse y sus miradas siguen ahí, en ella y en él, pero, aunque pareció una eternidad, en realidad no fue más que un gesto simple que ocurrió en cuestión de instantes.

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Yo a las cuatro y media de la mañana (creyendo que eran las doce):

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Missing [Dazai y tú] COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora