Capítulo XXIX: Entre Ángeles y Demonios

73 30 0
                                    

Norman se encontraba maquinando estrategias, el plan mejorándolo detalle a detalle; contactos, personas, actos, objetivos, reuniones, favores; su maltrecha mente se había tomado en serio el papel de pelear contra todo lo que se le viniera de frente.

Luego de un rato se dedicó a mirar de una forma indiferente a Kaira, quien ahora miraba la ventana, sintiendo con tristeza y frío la mirada de la persona a la que en esos momentos quisiera estar abrazando, pero él no podía darle eso en ese momento; la ira y la desesperación le consumían; debía de una vez por todas empezar a velar por la seguridad de todo el grupo y dejar de quejarse, o esperar con optimismo que todo les saliera bien, de nuevo...

Franco todavía estaba inconsciente, pero, según Miguel, estable. Samanta y Eric iban en la parte delantera muy pendientes de la carretera, puesto que de un momento a otro había empezado a llover bastante fuerte. Se encontraban mirando con mucho esfuerzo para no tropezar con algo; no querían molestar a los heridos o ser atacados de improviso, pues si eso pasaba, morirían algunos de forma casi segura.

Alan miraba un pequeño collar mientras que Nora se había quedado dormida en sus brazos. El ambiente, a pesar de ser oscuro, frío y silencioso, era cómodo, al menos para la agente, quien ya acostumbraba a estar en este tipo de situaciones, sola en medio de la oscuridad, siempre estoica, siempre alerta sin descanso.

Una parte de ella se sentía impotente, pues aquella cosa pudo haberlos matado, a Norman incluso, y ella no pudo hacer nada más que desmayarse tras ese golpe. Se suponía que era la segunda mejor soldada del mundo, claro que sin su traje y sus armas de última generación, su escuadra de repartidores de muerte y el año de sedentarismo no era la misma.

Miró al chico con una mirada de cachorrito; en serio le quería abrazar, quería besarle, quería que él le dijiera que todo estaría bien, que él la mantendría segura en sus brazos, pero él le miró con una extraña sensación de rabia, como si fuera un lobo hambriento, el cual se lanzaría a atacar a su presa en cualquier momento, cosa que le hizo retorcerse por dentro. Aquella nueva dependencia, aquel nuevo sentimiento le estaban haciendo estragos.

Ella no lo culpaba; incluso le recordaba a ella misma, la misma mirada al desobedecer a Ruth para ir a Venezuela, la misma cuando mataron a su padre frente de ella, la misma sed de venganza. Lo que acababa de pasar había sido bastante horrible para todos ellos; ella en cambio ya estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones; puede que por eso todos estuvieran molestos con ella, molestos porque a ella no le afectaba o así lo daba a ver.

El sonido de las gotas dando contra el techo del vehículo le calmaba de cierta manera; a veces las pequeñas gotitas las acompañaban truenos, los cuales se podían ver por la ventana. Se sintió mal cuando le contaron que la mayoría del grupo murió peleando mientras ella se encontraba inconsciente, cosa que en serio le sintió, pues algo de su humanidad había vuelto, pero debía ser fuerte y sacar esos sentimientos de su cabeza. Hierro por dentro, hierro por fuera, el lema de su escuadra.

Disimuladamente volvió a observar a Norman; el chico yacía mirando hacia la ventana trasera, con la cara tan nula de emoción alguna, casi ganándole a la que ella solía poner al ejercer su labor, como si no quisiera salir al mundo exterior. Le rompía el corazón verlo así, no sabía qué pasó durante la batalla y era mejor no saberlo.

Alicia tenía la mano puesta en la frente de Franco con sus ojos de color carmesí presentes. Ella había dicho que con sus habilidades podía sanar al menos un poco al chico, evitando que muriera por la falta de sangre, nutrientes y deshidratación.

—Más adelante hay una iglesia; nos detendremos a comer, reponer la gasolina y descansar un rato, ¿entendido? —exclamó Eric de una manera seca a lo que todos asintieron sin muchas ganas, pues de igual manera había que asegurar que el lugar no fuera un potente peligro.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora