Capítulo XXXI: Es una promesa de sangre

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"Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz que mañana ya habrás roto". (Paul Verlaine).


Eric miraba incrédulo cómo aquel ser de piel tan pálida como la nieve, delgada y alta, sin rostro o cabello, con largas alas de color negro como si fuera un murciélago, seducía a Kaira hasta dormirla con un gas de color verde que expulsaba de su espalda. Aquella cosa introducía muy lentamente sus garras en el cuello de su amiga, como si disfrutara a la hora de matar a su presa.

Y Kaira no era la única; vio a su lado a otra de aquellas cosas parada enfrente de una sollozante Samanta, quien no paraba de repetir "¡Yo no quise tu muerte, Valeria!". Luego, estaba Norman respirando con mucha intensidad pegado a una pared; uno de aquellos seres caminaba hacia él, provocándole nervios inexplicables. Notó que su mejor amigo tartamudeaba "T-Tatiana"; él reconoció ese nombre, pues también le era familiar...

Él al ver eso se aferró a su arma, la única que en ese momento poseía. Luego divisó cómo uno de esos seres de ahora apariencia masculina descendía del techo de la iglesia hasta quedar frente a él. Su corazón empezó a latir con rapidez cuando observó que de su espalda salía un líquido con olor agradable, como si fuera alguna especie de aromatizante; luego le ardió la vista y al ver hacia adelante no lo pudo creer.

—Hola, hermanito, ya he vuelto sano y salvo y ¡adivina quién ganó una medalla por ti!

Aquello le dolió tanto que gruñó para evitar llorar. Su hermano, quien había muerto hace dos años en las guerrillas de Colombia, yacía enfrente de él con aquella sonrisa presumida que lo caracterizaba.

Era un hombre con una barba marrón, de ojos color avellana y bastante fornido. Traía un traje militar de color marrón con una gorra muy dañada de béisbol; en su espalda traía una mochila con armas y utensilios militares. Ambos cruzaron sus miradas; Eric al tratar de mirarle de nuevo a su hermano se alteró como nunca antes, su pulso se aceleró y el arma en sus manos empezó a temblar.

—¡Tú no eres mi hermano! —vociferó el joven con una mirada de determinación, apuntando su arma al pecho de aquel ser que intentaba hacerse pasar por la persona a quien más admiró y admiraría toda su vida.

—Ah ¿dices que no soy yo? Y si no lo soy, ¿cómo sabría que te orinabas en la cama hasta los trece? —le dijo en un tono burlón a su hermano levantando el mentón mientras reprimía una carcajada...

Eric se sonrojó y arrugó su rostro. ¿De verdad podría ser su hermano? Pero joder, había visto a los demás caer en ese truco con ese gas tóxico; no, él no era su hermano y pagaría por haber usado su apariencia para tratar de matarlo. Eric tensó la mandíbula, disparando cinco veces en el rostro de su "hermano", para luego oír un chillido muy agudo que lo hizo taparse los oídos.

Su vista volvió de inmediato a la realidad; pudo ver como aquel ser convulsionaba en el suelo mientras de los agujeros causados por las balas escurría un líquido negro con verde, que seguramente sería su sangre.

Escuchó más gritos desde arriba; los ignoró por completo, dedicándose a apuntar a la criatura que abrazaba a Kaira. Exhaló y dejó salir el aire por su nariz, estabilizando su pulso. Apretó el gatillo dando en la cabeza de la criatura, quien ahora se retorcía en el suelo dramáticamente, cosa que le sacó una sonrisa.

Kaira abrió los ojos y al tocarse el cuello se tiró al suelo soltando gemidos de dolor; al parecer la herida había sido profunda. Al volver a apuntar ahora a la criatura que tenía sus garras en alto para rebanar el cuello de Samanta, vio como desde la otra esquina una de aquellas cosas venía volando a gran velocidad hacia él.

Sintió el calor del arma al dispararse al mismo tiempo que empezó a sentir un dolor intenso en el hombro derecho por el retroceso, debido a la mala postura. Miró su objetivo y sonrió al ver que la bala le había dado en el brazo; al menos la había parado, pero ahora tenía otro problema; dos de aquellas criaturas aladas estaban dando vueltas alrededor de él, como si fuera su presa a la que tenían acorralada.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora