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Louis se encontraba en el transporte público, era domingo, hoy almorzaba con sus primos, otra vez.

No estaba seguro de nada, pero todo le daba una mala sensación, tenía un nudo en la garganta y lo único que sabía, era que se debía a su lugar de destino, sus primos y él estaban discutiendo sobre todo y algo decaídos por todo el asunto, su madre estaba con su abuela, y sus hermanas ya estaban esperándolo en el centro junto a sus primos.

Louis estaba inquieto, nervioso e intranquilo, tenía los nervios de punta, se negaba a aceptar lo que estaba por suceder, y solo quería alargar el plazo, muchos años más.

Al bajar del transporte, se dirigió al restaurante donde iban a encontrarse, era un lugar bastante calmado, era en un patio de comidas, pero tenía su propio espacio, un lugar tranquilo y quieto, un buen lugar para conversar y pasar un buen rato, eso sería si el tema a tocar fuera algo positivo, este no era el caso.

- Louis, por aquí -dice Jonathan, el primo de Louis, señalando su mesa, donde estaban todos.

Los primos de Louis eran Jonathan, Diego y Karlota. Eran hijos del hermano de su mamá, su tío Fred.

- Hola a todos -dijo Louis acercándose a la mesa.

Tomó un lugar en medio de Fizz y Diego.

- Bien, ahora sí podemos ordenar -dijo Diego cuando Louis se sentó.

Todos tomaron un menú y decidieron su plato.

Al cabo de unos minutos de ordenar su comida y bebida, empezaron la conversación.

- La abuela no está en sus cabales, no tomará buenas decisiones, hay que ser honestos, nunca lo ha hecho -dijo Jonathan con una mueca medio divertida medio seria.

La sangre de Louis hervía dentro de su cuerpo, sentía unas inmensas ganas de desbordar todo y mandar al carajo a todos ellos, exceptuando a sus hermanas, quienes mantenían una expresión neutra.

- Estoy de acuerdo, no tiene idea de lo que dice, está completamente fuera de sí, debemos decidir nosotros sobre su herencia, sabemos que nuestros padres nos darán el alta para tomar las decisiones -prosigue Diego.

- ¿Qué les parece un 70% para nosotros y un 30% para ustedes? -continua Diego mirando a sus hermanos, quienes asienten convencidos.

- Codiciosos -murmura Fizzy siendo casi imperceptible, pasando por alto por el oído de sus primos, pero no de sus hermanos.

- ¿Qué opinas prima? -pregunta curiosa Karlota al ver a Fizzy mover su boca, sin embargo sin haber escuchado nada.

- Que están completam—Fizzy habla exaltada, pero es interrumpida por Louis tomando su mano y acunandola con suavidad.

- No estamos de acuerdo -comenta Louis, Fizzy asiente con obviedad y Lottie se limita a mirar a Louis y asentir, apretando los dientes- en nada de lo que dices.

- Lo sospechábamos -comenta Diego- pero es lo justo, ustedes no viven con ella, y no le dan los cuidados que la enfermera que vive en casa sí. Por ende, el dinero invertido y el tiempo de escucharla hablar estupideces todo el maldito día, nos da un punto a favor, por lo que consideramos que es justo que nosotros tengamos la mayoría de la herencia, tomando en cuenta estos puntos, además el hecho de vivir con ella y soportarla nos—

- Cállate -interrumpe Louis con la voz alta y en un tono frío pero dominante y seguro.

- ¿Eh? -pregunta Diego riendo secamente- calma primo, no querrás armar un escándalo justo aquí.

- Si no vas a callarte, retráctate -responde Louis- retráctate sobre todo lo que dijiste sobre mi abuela, no mereces ni una gota de su sangre en tus venas, mucho menos su apellido y mucho, mucho menos algo que le pertenezca.

- ¿Qué dices William? -interrumpe Jonathan- no tienes idea de nada, tú no tienes que aguantar todos sus berrinches y—

- Silencio -vuelve a interrumpir Louis en un tono un poco más alto.

La impotencia recorre su espina dorsal, su sangre hierve dentro de sí y siente toda la impotencia acumulada en su garganta, sus manos forman puños, apretándolos contra sí, conteniendo la ira hacia sus primos, no puede creer que sean tan desagradecidos.

- Malagradecidos, son unos malagradecidos, la abuela va decidir sobre su herencia, va a decidir sobre todo, es su vida, es su decisión, es su herencia, es todo de ella. En vez de preocuparse por el estúpido dinero deberían preocuparse por su salud, por cuidarla y aprovechar el tiempo con ella mientras siga aquí -dice Lottie, conteniendo sus lágrimas, pero con un tono firme y frío.

- No tenemos nada más que hablar con ustedes, les agradecemos la invitación, pero la negamos, si les molesta gastar su dinero, les dejo lo que equivale a nuestros platos -dijo Louis levantándose de la mesa, seguido de sus hermanas, sacó un billete de su billetera y lo dejo en la mesa, al lado de Diego.

- Codiciosos -volvió a decir Fizzy, en un tono audible, pero no alto.

- ¿Disculpa? -dijo Karlota indignada.

- Lo que oíste, adiós -dijo Fizzy alejándose de la mesa.

Al estar fuera del centro comercial, ninguno había dicho palabra, pero todos tenían un nudo en su garganta, al igual que un amargo sabor.

- ¿Quieren comer algo o ir a casa? -se animó a preguntar Louis volteando a ver a sus hermanas.

- Vamos a casa -dijo Fizzy; Lotts y Louis asintieron.

Se encaminaron a la parada de buses, donde esperaron unos cortos minutos a este.

Al llegar a casa, cada uno fue a sus habitaciones a dejar sus cosas y ponerse cómodos, y luego se encontraron en la cocina.

- No fue el mejor de los almuerzos ¿verdad?

- Lo peor de todo es que no fue el último -dijo Lottie respondiendo a Louis.

- Tienen razón en una cosa -dice Fizz.

Louis y Lottie la miran sorprendidos y curiosos.

- Ellos pasan más tiempo con ella que nosotros, no les parece favorable, pero me parece desfavorable que no pasemos tiempo con ella -continua Fizzy.

- Hacemos lo que podemos, tienen un estricto y retringido horario de visitas para nosotros -se queja Louis.

- Deberíamos traerla a casa.

- Deberíamos Lottie, pero no depende de nosotros -dice Louis desganado- la abuela no quiere dejar su hogar, y ellos viven allí, no podemos echarlos tampoco.

- Devastador -murmura Fizz.

- Bien niñas, debemos comer algo, ¿Qué quieren pedir?

- No tengo hambre, Boo -dice Fizzy haciendo una mueca.

- Lo sé, pero debemos almorzar.

- Bien -dice Fizzy y se sienta a buscar en su celular un restaurante para pedir comida.

Luego de que pidieran pizza, esta llegó y al terminar de comerla, cada uno se dirigió a su habitación a pensar con claridad y a divagar un poco sobre sus asuntos.

Jay llegó muy tarde en la noche, así que encontró a todos durmiendo, dando un pesado suspiro, se asomó en la habitación de cada uno de sus hijos dejando un casto beso en la frente de cada uno, para luego tomar una ducha y dormir.

You are the only one - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora