city full of lonely people | l.h [1]

capítulo 2

Me despierto odiando al mundo más de lo normal, la luz entra por las finas cortinas de mi habitación y me recuerdo a mi misma que debo comprar unas más oscuras. La cabeza me retumba cuando abro bien los ojos. Dios, no debería beber de esta manera, siempre me despierto con una jaqueca terrible y con instintos asesinos. El ruido de pato llega a mis muy sensibles oídos y sé que se trata de mi móvil, me muevo un poco y a duras penas lo tomo.

Es mi hermano quien me está llamando, decido enviarle un texto diciendo que no podía hablar ahora mismo. No quiero interactuar con la humanidad por los momentos.

Reviso mis redes sociales, Leigh me ha etiquetado en unas fotos e historias de Instagram, la pelirroja hizo varias capturas y algunos videos, me quedo navegando unos minutos más y de repente me empieza a dar hambre. Dejo mi móvil sobre la almohada y me levanto, el estómago me está rugiendo, exigiendo comida. Me pongo una camisa bastante de los Mets que en algún momento perteneció a mi ex novio —no juzguen— y bajo hasta la cocina.

—¡Buenos días chica fiestera! —Ross grita apenas me ve.

—Baja la voz —digo tapándome los oídos —, joder, me duele hasta pensar y tú no ayudas.

—Te hice panqueques —dice mi amigo quien se encuentra sin camisa y sus múltiples tatuajes quedaban a la vista—. ¿Mermelada o mantequilla de maní?

—Ambas. —él asiente y deja un plato de panqueques frente a mí

—¿Qué tal la fiesta? —me pregunta mientras toma asiento a mi lado.

—Estuvo bien, no me acuerdo mucho de qué pasó al final pero mientras estuve sobria, fue divertido —seguimos hablando hasta que terminamos de comer.

Yo subo hasta mi habitación para acomodarla, ya es momento de su respectiva limpieza o mejor conocida como, exorcismo semanal. Saco las sábanas y las tiro en la cesta de ropa sucia, bajo al cuarto de tintorería por unas sábanas limpias, llego a mi alcoba y se las pongo a mi cama, acomodo las almohadas y listo. Pongo algo de música para terminar de arreglar mi cuarto.

¡Ahí te voy closet!

Unas horas después estoy sentada en el balcón de mi cuarto con mi portátil sobre las piernas, estuve un buen rato enviando mi hoja de vida a diferentes agencias de publicidad, si Mahoma no va a la montaña... 

Mi móvil suena y lo tomo para ver de quién se trata.

Un número desconocido.

—¿Bueno? —contesto.

—Hola Brea. —dice alguien al otro lado de la línea.

—¿Quién es? —pregunto frunciendo el ceño, alejo el móvil de mi oreja para ver si reconocía el número.

—Ouch, ¿ya me olvidaste tan rápido? —dice el chico misterioso—. Soy Luke —hace una pausa—, mejor conocido como, Ricitos de oro.

Me rio fuertemente, oh ya recuerdo. 

—¡Oh! Hola Luke —cierro mi laptop— ¿Puedo preguntar cómo es que tienes mi número?

—Tu misma me lo diste —corrección la Brea borracha se lo dio— Había más alcohol en tu cuerpo de lo que parecía. —él se ríe.