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El pecoso ya había llegado a su universidad, como un día completamente normal. Al entrar a esta, se cruzó con aquel grupo de chicos quienes eran los precursores de aquel rumor con su profesor. Venían con un semblante algo molesto, y claro. Otros funcionarios de la universidad les habían dado una buena reprimida por esparcir rumores de ese tipo.

—Sigo pensando que eres la mascota de ese maestro —comentó con una ceja elevada, cruzando sus brazos.

La verdad es que sí eran un poco intimidades a primera vista, aunque solo con las personas de su edad.

—Usa tu cabeza y piensa. No lo soy en lo más mínimo —respondió el pecoso, apretando la correa de su bolso.

—No soy sordo, Yamaguchi. Sé muy bien lo que escuché en la cafetería —respondió el mismo, dando un paso adelante de todo su grupo, quienes solo le miraban.

Yamaguchi dio un paso hacia atrás.

—¿Y tienes algún problema con eso? No te afecta en lo absoluto, ¿sabes? Debes dejar de entrometerte en cosas que no te implican —dijo, apuntándolo con su dedo índice y tocando el pecho ajeno cada vez que terminaba una palabra, mientras ponía su mano en su cadera—. Ya somos adultos, te creo en preparatoria. ¡No! En primaria. Pero ahora no, así que ahora apártate de mi camino y déjame en paz.

El chico más alto se quedó pasmado ante las palabras del más bajo, dejándolo en la misma posición y tocando su pecho. Yamaguchi en cambio rodeó a su grupo de amigos y caminó en dirección contraria hacia su salón. El chico rubio teñido le siguió con la mirada entrecerrando sus ojos. Soltó un suspiro.

—Tiene un gran carácter —murmuró para sí mismo entretanto jalaba su cabello, soltando una pequeña carcajada.

El pecoso entró al salón de clases. Hace mucho que no hablaba con esa determinación, y esperaba que hubiera bastado con que le dejase en paz. Se sentó en la silla, un tanto tembloroso por lo sucedido. Decidió tomar un sorbo de su botella con agua para calmarse. Ahora mismo tenía clases con esa profesora que era muy alegre y entusiasta.

—¡Buenos días mis queridos estudiantes! Júntense en grupos para poder seguir avanzando en su trabajo. Recuerden que deben entregar su resultado final la próxima semana con una presentación a todo el salón.

El pecoso buscó con la mirada a sus amigas, quienes ya habían sacado el portátil para comenzar a trabajar. Se sentó junto a Sayaka, quien estaba tan alegre como siempre.

—¿Cómo fue todo, Yamaguchi? —preguntó la misma.

—Ah... todo fue muy bien. Gracias.

—¿Uh? ¿Qué pasó? —preguntó Kasumi curiosa. Quería integrarse a la conversación.

—Nada importante, Kasumi —respondió la rubia.

La pecosa abultó sus labios y miró la pantalla del portátil.

...

Aún no habían terminado el programa que estaban haciendo, la verdad es que solo era una animación, mediante esta podían saber como utilizar ciertos comandos. Decidieron juntarse en el departamento de Yamaguchi el fin de semana.

Ahora iba a su otra clase, la cual era un poco más pesada que la anterior. Se sentó en una de las primeras filas, esperando a que el maestro llegase al salón.

En ese entonces apareció aquel rubio teñido y se sentó a su lado. Yamaguchi le miró extrañado directamente, no iba a ser discreto.

—No tenía idea que estuvieras en esta clase —comentó mirando al frente.

—Tú nunca te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor.

El pecoso elevó sus cejas, algo indignado por sus palabras. Le miró a los ojos.

—¿Por qué te sientas a mi lado? —preguntó cruzando sus brazos.

El chico rubio teñido rio y estiró sus piernas, entretanto sacaba su libreta para tomar apuntes.

—Eso refuta lo que acabo de decir. Mira a tu alrededor.

Yamaguchi apretó sus labios y miró a su alrededor como había dicho aquel chico, dándose cuenta de que no habían asientos disponibles. Soltó un suspiro.

—Puede que tengas razón.

Se quedaron en silencio unos segundos.

—Apuesto a que ni siquiera sabes cual es mi nombre —dijo el mismo.

Yamaguchi le miró con los ojos entrecerrados.

¿Por qué aquel chico quería hablar con él? ¿Por qué seguía respondiéndole? Aunque tenía que ser honesto, él era muy apuesto. Tenía unas facciones lindas, y por lo que había notado cuando habló con él hace un rato tenía un piercing en su lengua.

—Tampoco me interesa.

El maestro entró al salón con paso lento, era algo anciano y aún así seguía ejerciendo su carrera. Este se sentó en su escritorio y comenzó a hablar sobre el tema de aquella clase. Lo que más odiaba Yamaguchi es que no tenía ni la más mínima intención de escribir algo en la pizarra, siempre estaba hablando como si esperase que alguien le respondiera. Aunque sí respondía dudas cuando un estudiante se perdía.

Ahora mismo él tenía una duda.

Levantó su mano, sin darse cuenta de que el chico de al lado también la tenía levantada. Tenía la sensación de que la habían levantado al mismo tiempo, literalmente. El profesor se les quedó viendo unos segundos, y le cedió la palabra a Yamaguchi debido a que estaba más cerca de él.

El pecoso expuso su duda, la cual fue contestada sin problemas.

El maestro le cedió la palabra a su compañero.

—¿Cuál es tu duda?

—Es la misma que tenía Yamaguchi.

El nombrado le miró con una ceja elevada.

—Parece que sí sabes usar la cabeza —comentó el pecoso en un susurro.

—¿Sabes qué otra cosa sé usar?

Yamaguchi sintió sus mejillas calientes y le miró extrañado.

El chico solo rio ante su reacción.

—Soy Terushima, es un placer.

Tsukishima-sensei ❤︎ ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora