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Tsukishima se quedó pensativo mientras miraba su escritorio, intentando ignorar las miradas de sus otros colegas. Sabía que lo que estaba haciendo no era ético, era normal que le miraran así. Soltó un suspiro y miró a su amigo.

—Kuroo... ¿qué debo hacer? —preguntó con sinceridad. Su rostro tenía una expresión preocupada.

El pelinegro lo miró con una ceja alzada, haciendo una mueca con su boca entretanto cerraba su laptop, dispuesto a aconsejar a su amigo.

—Creo que deberías ir comenzando a buscar otro trabajo. Ya sabes lo que hacen aquí... —murmuró cruzando sus brazos—. Aunque deberías hablar con él de todas maneras para informarle de la situación.

Tsukishima asintió con su cabeza, tomando su teléfono para enviarle un mensaje de texto que decía lo siguiente: "Tadashi, necesito que nos juntemos en mi casa lo antes posible". Luego presionó el botón de enviar.

...

Yamaguchi estaba en clases ahora mismo, pero pudo sentir su teléfono vibrar en su bolsillo. Deslizó su mano en este y miró la pantalla, abriendo sus ojos con sorpresa. Miró a su profesor, quien estaba explicando y hablando sobre un tema. Aprovechó que comenzó a escribir en la pizarra para enviarle un mensaje de vuelta: "¿Pasó algo? Iré de todas maneras..."

Pasaron las horas y las clases de Yamaguchi ya había terminado. Cuando salió de la universidad, no pudo evitar estar nervioso, él no solía tener ese tipo de propuesta de manera tan repentina. ¿Era algo sobre Terushima? El pecoso estaba cansándose de tratar con ese tema. Tocó el timbre de la casa, esperando que el rubio estuviese allí. La puerta se abrió segundos después.

—Tadashi —el nombrado apretó sus labios y miró a los ambarinos directamente.

—Tsukki, ¿pasó algo? —preguntó entrando.

Tsukishima cerró la puerta tras él y le siguió hacia el salón. Ambos se sentaron en el sofá.

—Los rumores de que estamos saliendo están volviendo a florecer, aunque no entre los estudiantes sino en la zona de los maestros —comenzó explicando.

Yamaguchi abrió sus ojos con sorpresa, apretando la correa de su bolso.

—¿En qué momento? —preguntó el mismo llevando su mano hacia su cabello, acariciando este.

—No lo sé... Sólo llegué a sala y todos me estaban mirando con ojos sospechosos... —respondió, apoyándose en el respaldar del sofá, acomodando sus lentes—. Y creo que de esta no me voy a salvar.

—¿Cree que lo van a despedir? —preguntó el pecoso.

Tsukishima le miró y asintió lentamente con su cabeza.

—Oh.

Se quedaron en silencio unos segundos.

—¡Pero...! ¡Podemos seguir mintiendo sobre eso! No diré nada a nadie, ¡lo prometo! —exclamó el pecoso, sintiendo como un nudo se formaba en su garganta.

—No es eso, Tadashi... Cuando hay muchos rumores malos sobre un maestro, sean verdaderos o falsos, la universidad prefiere despedirlos... Sólo para que no tengan mala fama.

Yamaguchi le miraba como si el mundo se derrumbara, aunque le sorprendía un poco la tranquilidad del mayor, ¿por qué no estaba tan alterado como él? Sentía que iban a despedirlo a él.

—No te preocupes, tengo algunos contac... ¡No llores!

Muy tarde, lágrimas caían por las mejillas del menor, mientras su rostro se tornaba a un color carmesí.

—¡Es todo por mi culpa! ¡Lo siento mucho, Tsukki! —lloriqueó el mismo apretando sus manos en un puño, mirando al rubio.

Tsukishima suspiró y se levantó del sofá para sentarse en el que estaba Yamaguchi. Le miró unos segundos y suspiró, acariciando su cien. No iba a mentirle. En parte, era su culpa.

—Es... todo mi culpa —dijo ya más calmado, secando sus mejillas con sus manos. El rubio solo le miraba, y cuando notó que no decía nada, le miró de vuelta.

—Sí, lo es.

Yamaguchi volvió a llorar con la misma intensidad de antes.

—Deja de llorar, Tadashi... —pidió en un tono suave.

—¡Pero, es que, Tsukki...! —balbuceó.

—Yamaguchi. Deja de llorar.

Lo había dicho en un tono algo brusco y serio, cosa que le sorprendió al menor. Dejó de llorar segundos después. Apretó sus labios mientras intentaba regular su respiración. Tenía pena de mirar al rubio después de ese escándalo. Tsukishima se levantó del sofá en dirección a la cocina, para así llevarle un vaso con agua fresca al pecoso.

—Bebela. No quiero que te deshidrates.

Le ordenó. Yamaguchi tomó el vaso y comenzó a beber un poco. Sus mejillas estaban rojas junto su nariz.

—Como te decía, tengo algunos contactos de mis compañeros de universidad... Hablaré con alguno de ellos para ver si tienen algún cupo en su trabajo para otro maestro.

Yamaguchi dejó el vaso de agua sobre la mesa y miró al rubio.

—¿Si?

—Sí, así que por favor no te preocupes por eso... —respondió mientras se acercaba a él para abrazarlo con calidez—. No me gusta verte llorar así.

—Es que... yo me preocupé... —dijo en un susurro, correspondiendo a su abrazo.

Tsukishima sonrió un poco.

—Lo sé... Pero no tienes que ponerte así tampoco... No es tan terrible como suena.

—¡Pero van a despedirlo! ¿No es malo? —preguntó separándose algo brusco del mayor.

Tsukishima suspiró.

—Tadashi, tengo dinero ahorrado por si pasaba esto... Tranquilo, ¿si? —intentó calmarlo.

—Pero...

—Ya, ya. Silencio.

El rubio llevó su diestra a la mejilla del menor, pasando su pulgar por sus labios. Este se dejó hacer.

—De todas maneras... Yo...

—Tadashi. No quiero hablar más de esto, ¿bueno?

—Tsukki.

—Tadashi.

Tsukishima se acercó al rostro del pecoso para depositar un beso en sus labios. Yamaguchi cerró sus ojos a los segundos y llevó sus manos hacia el pecho ajeno.

—Lo siento, Tsukki.

Tsukishima-sensei ❤︎ ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora