O3

6.6K 858 613
                                    

Yamaguchi iba camino a aquel salón donde estaba su profesor favorito, aunque tendría que actuar como un estudiante normal. Iba a ser muy sospechoso que llegase todas las clases de los primeros.

Entró por el portal y vio a otros estudiantes más, apoyados en la mesa durmiendo, o eso era lo que parecía, descansando hasta que empezara la clase. Luego notó al rubio alto. Estaba en su pupitre revisando algunas cosas en su laptop. El pecoso se le quedó viendo durante unos segundos. El rostro de concentración de su profesor era realmente hermoso, además de su perfil.

Soltó un suspiro, recordando aquel día.

—Buenos días, Yamaguchi —saludó el hombre al notar que el nombrado le estaba mirando.

—¡Buenos días, sensei! —saludó de vuelta animoso.

Al sentarse en su puesto, sacó su libreta para tomar apuntes posteriores a sus clases y nuevamente se quedó viendo de vez en cuando a su profesor. Ahora mismo él vestía un atuendo minimalista, con un pantalón color beige junto un suéter blanco, además de su chaqueta color azul opaca. Realmente tenía sentido de la moda.

Pasaron unos cuantos minutos más y los demás estudiantes terminaron por llegar, a lo que el profesor dio comienzo a sus clases.

Yamaguchi era el que más ponía atención, era algo obvio después de todo. Su profesor favorito estaba hablando... su voz también era hermosa. Sus manos, con sus dedos largos y aquellos rulitos rubios que tanto le encantaban al menor. Volvió a suspirar como un adolescente enamorado.

—¿Y viste a ese chico? Mira sus brazos... parecen unos fideos y sus piernas igual —susurró un estudiante.

Yamaguchi había escuchado aquello, y aunque por algún motivo sabía que no se referían a él se sentía mal. Miró a su costado, viendo como un estudiante, tenía una camiseta sin mangas, por lo que se veían sus brazos, los cuales eran algo delgados. Notó en su rostro incomodidad.

—Y el que está al lado... creo que tiene pecas en la cara... pareciera que estuviera sucia.

Yamaguchi llevó sus manos hacia su rostro, tocando este con la yema de sus dedos. Apretó sus labios, intentando ignorar aquellos comentarios sobre el físico de sus compañeros, los cuales afectaban a todos los presentes, incluyendo al profesor. Aquellos murmullos desconcentraban por completo la clase y al mismo.

El mayor hizo una pausa y miró a los susodichos.

—¿Quieres cerrar la maldita boca? Estás tan lejos de mi pero aún así puedo escuchar tu voz. Cállate o sal de mi salón, no quiero que desconcentres a los que sí quieren aprender.

Todos los estudiantes se quedaron con los ojos muy abiertos. Cualquier estudiante se quedaría plasmado ante la trata de su profesor así.

Los susodichos se quedaron viendo al maestro sin cambiar su expresión facial. El mayor rodeó los ojos y volvió al pizarrón a seguir con su clase.

Yamaguchi mordió su labio inferior y apretó sus muslos, soltando un suspiro. Era un hombre firma a la hora de hablar, su voz no era temblorosa cuando hablaba en un tono más alto.

¿Había algo en que su profesor fuese malo? ¿Por qué tenía que ser perfecto?

Yamaguchi creía que le gustaba tanto porque era todo lo que siempre quiso ser algún día, ¿pero para qué tenerle envidia si podía traerle ganas? No había nada de malo en eso, ambos eran mayores de edad.

Lo único que podía llegar a interferir eran sus puestos en la universidad.

Habían pasado unos minutos más, y aquellos estudiantes seguían hablando aunque ya no hablaban del físico de los demás, hablaban de otras cosas, pero seguían siendo igual de molestos. El profesor estaba tan cansado de aquellos y no tenía mucha paciencia cuando se trataba de eso.

—¿Qué parte de que se callaran no entendieron? —preguntó apoyándose en la mesa. Yamaguchi sintió mariposas en su estómago—. En mi clase hay personas que realmente quieren poner atención, no me importa lo que estén hablando ni sus problemas fuera de este salón, pero si no van a poner atención y molestarán a los demás voy a pedirles que se retiren.

Los estudiantes se retiraron de clase en silencio.

—Por fin.

Pasados unos pocos segundos, había un ejercicio que no terminaba por comprender completamente, y la verdad es que después de ese mal gusto no sabía si su profesor estaba dispuesto a explicarle nuevamente aquel ejercicio, además era una excusa para poder hablarle de más cerca.

—Sensei... me quedó una duda con respecto a este ejercicio —murmuró el pecoso caminando con timidez a su maestro.

—Está bien, trae una silla y te lo explico.

Yamaguchi sonrió y fue a buscar una silla de las primeras filas, para luego colocarla junto a la de su profesor. El menor le mostro el ejercicio que no entendía porqué le daba tal resultado. El mayor se quedó mirando.

—Ah, debes tener cuidado, mira que pusiste aquí —dijo mientras tomaba el lápiz del menor de su mano, para luego encerrar en un circulo el número que había puesto de manera errónea.

—¡Ah! Entiendo.

El pecoso comenzó a realizar con rapidez su ejercicio sin muchos problemas. El rubio sonrió con calidez mirando como su estudiante realizaba el ejercicio sin problemas.

—Si tienes problemas no tengas miedo de interrumpir mi clase —dijo el rubio mirándole.

—Ah, sí... es que como esos estudiantes le hicieron pasar mal rato pensé...

—No, no. Yo siempre voy a brindarle ayuda a mis estudiantes si tienen dudas. Puedo explicarlo mil veces si es necesario, es solo que no tolero cuando me interrumpen mis clases hablando de cosas que no vienen al caso —respondió. Yamaguchi sonrió—. Eres muy ordenado, es algo fundamental a la hora de hacer ejercicios de matemáticas.

—Sí... gracias.

El pecoso guardó su libreta en su bolso y colocó la silla en su lugar.

—Entonces... nos vemos la próxima clase —dijo el menor caminando en dirección a la salida.

—Sí. Nos vemos... ¡ah! Yamaguchi.

El nombrado se giró.

—Que no te afecte lo que digan los demás de tu físico.

Yamaguchi se quedó unos segundos sin reaccionar, para luego asentir con sus mejillas un tanto rosadas.

—Sí, sensei. ¡Adiós!

—Adiós, Yamaguchi.

Tsukishima-sensei ❤︎ ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora