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Yamaguchi caminaba por los pasillos de la universidad en dirección a la salida. Había tenido su última clase y la verdad es que ya no daba más emocionalmente. Su expresión lo era todo. Además se sentía solo, aunque quizás no del todo. Estaba Terushima, quien le hacía reír de vez en cuando. Se cruzó con lo que solía llamar "amigas", pero estas no le dirigieron ni una sola palabra.

Su mirada estaba agachada, por lo que no podía ver muy lo que tenía frente, a lo que chocó con alguien de manera accidental. No se dio cuenta de que fue algo brusco.

—Lo siento —se disculpó apretando la correa de su bolso, dándose cuenta con quien había chocado—. Tsutsui-sensei...

La mujer le miraba extrañada.

—Yamaguchi... ¿estás bien? Te noto algo decaído... —le preguntó acercándose a él, aunque el pecoso retrocedió.

—Estoy bien —una vil mentira.

La maestra tampoco es como si pudiese decir mucho. Yamaguchi al tenerla más cerca, pudo notar más sus facciones, las cuales eran finas. También tenía pecas, sus ojos celestes eran hermosos y grandes. Su cabello era completamente liso y lo que más destacaba de su cuerpo era que sus caderas eran anchas. Era muy bonita. Yamaguchi no podía negarlo.

—Está bien... pero si necesitas algo yo voy a estar aquí —dijo dándole una palmadita en su hombro.

El pecoso arrugó su nariz. Tampoco podía ser grosero, era su profesora y era mayor que él.

—Gracias, supongo.

—Yamaguchi —se escuchó una voz fuerte desde lejos.

Ambos miraron en la dirección de donde provenía la misma. Era Tsukishima. El rubio se acercó hasta donde estaban con expresión seria y paso firme. Yamaguchi miró al mayor atento, aunque su rostro estaba apenado.

—Necesito hablar contigo —su corazón comenzó a latir con rapidez.

—Bien, entonces me voy... Adiós, Yamaguchi. Tsukishima-san —se despidió con una sonrisa ladina la mujer.

Se quedaron en silencio unos segundos, sin mirarse.

—¿Si? —preguntó finalmente el pecoso, levantando su mirada hacia los ambarinos.

—¿Podemos hablar? En tu casa de preferencia —dijo en voz baja el rubio, acercándose al menor.

Este soltó un suspiro, resignado para lo peor.

—Está bien, sensei...

—Iré cuanto antes.

—¿Es algo malo? —preguntó con algo de temor.

Tsukishima pudo notar el nerviosismo del menor. Ambos sabían de qué iban a hablar. No iba a negarlo, el rubio también estaba un poco nervioso. Sonrió de manera ladina y negó con su cabeza, aunque luego dudó.

—No, creo que no es algo malo, Yamaguchi —dijo llevando su diestra a la cabeza del nombrado, haciendo una caricia rápida en esta.

Tsukishima-sensei ❤︎ ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora