Capítulo 43

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Michael

Felizmente estoy acostumbrado a estar solo por mucho tiempo. Desde que Evan comenzó a trabajar tengo que lidiar con el molesto silencio que me acompaña hasta que llega el momento de recogerlo. Aún así se siente extraño no escuchar sus gritos, su música o la bulla de los partidos que pone en el televisor.

Terminé de llenar unos papeles que tenía que llevar a la universidad y me paré de la silla dando un gran bostezo. Debería tomar una siesta. Comencé a caminar hacia mi cuarto, cuando en eso sonó el teléfono. Me acerqué y no reconocí el número.

—¿Hola? —pregunté extrañado.

—Hola, ¿ya no reconoces mi numero? —escuché la voz de Lucía y me atraganté con mi propia saliva—. ¿Qué estás haciendo?

—Pensaba tomar una siesta antes de recoger a Evan.

—¿Quieres que hagamos algo?

¿Estará segura que soy yo y no Matías? Creo que se confundió de número.

—Creo que te confundiste de número...—su risa interrumpió mi oración y comencé a reír también de los nervios.

—Claro que no, Michael.

—¿Dónde está Matías? —pregunté extrañado.

—No sé, no me importa —volvió a reír—. ¿Quieres o no?

—¡Si! —sonreí—. Estaré en tu casa en diez minutos.

—Aquí te espero.

Colgué y comencé a saltar de la felicidad. ¡Necesito a Evan para celebrar esto! Corrí a mi cuarto y me puse lo primero que encontré que no fuera un short de pijama. Me puse perfume y me lavé los dientes. 

Cogí las llaves del carro y me acerqué al teléfono de nuevo. Marqué el número de la casa de Danica y contestó a la segunda timbrada.

—Hola cuñadito, justo te iba a llamar a preguntarte si...

—Hola, no tengo tiempo —la interrumpí—. Necesito que vayas por Evan, no podré llevarte.

—¿¡Qué?! 

—Cuídense.

Colgué el teléfono y salí corriendo del edificio. Me aseguré de tener el carro ordenado antes de llegar a la casa de Lucía y bajé el volumen de la música.

Al bajar del carro sentí como si fuera mi primera cita. He tenido más de cien citas, ¿Qué me pasa? Toqué el timbre y después de unos segundos se abrió la puerta. Ver a Lucía en esa blusa celeste y un short blanco hizo de alguna manera que los nervios aumentaran, pero a la vez me sentí afortunado de estar saliendo con alguien tan linda, por dentro y por fuera.

—Estás hermosa —sonreí y me dio un beso en la mejilla.

—Gracias —rio nerviosa—. Hueles rico.

Lo sé, me bañé en perfume. Una técnica que aprendí de Evan.

—¿A dónde te gustaría ir? —pregunté caminando a su lado una vez que cerró la puerta.

—Hay una película nueva que quiero ver en el cine —sonrió y le abrí la puerta del carro—. ¿Quieres verla?

—Claro —subió y cerré la puerta.

Comencé a caminar hacia mi puerta y en el camino pise algo. No puede estar pasándome esto. Me apoyé en el carro y miré la suela de mi zapatilla, caca de perro.

—¿Qué pasó? —preguntó Lucía abriendo la puerta de nuevo y me miró extrañada.

—Pise...—vio mi zapatilla y comenzó a reír a carcajadas, no aguanté la risa y también me reí.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora