Capítulo 21

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Michael

Subí las escaleras rendido y toqué la puerta del cuarto de Evan una vez más.

—Hermanito, vamos. Ábreme la puerta.

—Quiero estar solo.

—No, no quieres —insistí y finalmente abrió la puerta.

Se me puso la piel de gallina, cómo diría mi abuela, al ver a Evan con los ojos rojos. Se sentó en la cama y siguió fumando el cigarro que tenía en la mano.

Me senté a su lado y suspiré.

—Terminé con Micaela.

—Y yo me peleé con Danica —tiró el cigarro y lo apagó con el pie.

—Me dijo que te diga que no te mintió —rio—. No sabes todo lo que hizo por no irse —negó con la cabeza—. Hermano, nunca te había visto así.

—Danica saca mi yo real, ¿sabes? —me miró—. Pensé que se había acercado a mí por eso, porque se había dado cuenta de que me hacía mejor persona y podía seguir cambiándome para dejar de lado el Evan...sin emociones, sin sentimientos.

—Ella sabe eso.

—Me mintió, Michael —rio con sarcasmo—. Sólo se acercó a mi por culpa.

—Con toda sinceridad, no creo que haya sido así —no respondió.

Se echó en la cama y yo me quedé sentado pensando en lo que había pasado con Micaela. De pronto en algún momento de nuestra conversación sus palabras dejaron de dolerme, supongo que fue por el cansancio y porque mis sospechas habían sido descubiertas con cada acto que hizo esta semana. Debí terminarle antes para no quedar en tanta humillación.

—¿Qué pasó con Micaela? —suspiré.

—Le seguías gustando —miré el piso—. Estoy bien igual, no te preocupes.

—No te sientas triste por ella —me golpeó levemente la espalda—. No vale la pena —rio—. No sé si agradecerle por decirme la verdad o mandarla a la mierda por arruinar las cosas con Danica.

—No estuvo bien la manera en la que lo dijo, había prometido no decírtelo hasta que Danica lo hiciera —se levantó de la cama y frunció el ceño.

—¿Tú también sabías? —desvié la mirada—. ¿¡Y aún así dejaste que me acercara a ella?!

—Evan —me paré también—. Traté de decírtelo, pero te veía tan feliz que no quería arruinar las cosas entre ustedes. 

—¡Me mintió! —volvió a gritar y en eso apareció Kiara—. ¿Qué quieres?

—Ya se fueron todos, venía a agradecerte —lo miró preocupada—. ¿Qué te pasó?

—Nada —habló molesto—. Lárgate de mi cuarto.

—Evan —lo miré—. Te está agradeciendo.

—Déjalo Michael —suspiró—. Siempre se la agarra conmigo cuando le hacen daño.

—Por favor —rio a carcajadas—. ¿Te refieres a mi papá? —se le acercó, Kiara negó con la cabeza y salió del cuarto. Evan tiró la puerta, haciendo que sonara literalmente por toda la casa.

Se paró frente a la ventana y siguió fumando. Saqué un pantalón de pijama del primer cajón y me lo puse. Me eché en la cama y apagué la luz.

—Michael, no dejes que me vuelva a enamorar.

—Mañana hablarás con ella, te guste o no —hablé con los ojos cerrados.

—No.

—Si —abrí los ojos y lo miré—. Evan, no me jodas.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora