Capítulo 13

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Evan

Decidí venir al colegio a pesar de tener un dolor de cabeza insoportable sólo porque necesitaba hablar con Michael. Durante el fin de semana mis papás no me dejaron salir ni usar el teléfono, así que no pude decirle que estaba bien. Lo conozco y si no hubiera venido hoy, ya estaría al borde de un ataque de nervios. 

Entré al salón y ahí estaba, mirando hacia la puerta, seguramente esperándome.

—Hermano —me abrazó y noté su alivio—. ¿Qué te dijeron tus papás?

—Estoy castigado hasta nuevo aviso —me senté en mi lugar.

—Tengo que decirte algo —habló más que serio.

—¿Por qué tanta seriedad? —fruncí el ceño.

La profesora entró al salón y no pudo decirme nada. Vi que Danica entró de la mano con Derek y reí. Si ese imbécil supiera que el sábado estuvo a mi lado con hielo en el ojo, la historia sería otra. Tengo un poco borrosa esa imagen, pero sé que era ella. La vi justo antes de quedarme dormido. 

La profesora comenzó a entregar los exámenes de la semana pasada empezando a llamar a uno por uno.

—Evan Radeguieri —me llamó y me levanté de mi asiento—. El director académico quiere hablar contigo en el receso —me acerqué a ella y me entregó el papel.

Regresé a mi sitio y rompí el examen por la mitad. Michael me miró preocupado y yo solo suspiré.

—Puedo enseñarte si quieres —negué con la cabeza.

—No te preocupes —miré a Danica—. Danica perdió una apuesta y tiene que enseñarme.

—Evan, sobre ella...

—Van a terminar, tranquilo —le guiñé un ojo.

Al terminar la clase de matemática y de historia, me levanté de mi asiento para estirarme y salí del salón para ir a la oficina del director académico.

—¡No puede ser! —gritó asustado mientras me miraba—. ¿Quién te hizo esto, hijo?

—Intentaron robarme —mentí, con la misma mentira que usé con mis papás.

—¿Fuiste al médico? —negué con la cabeza—. Bueno, siéntate —señaló la silla y me senté.

—Sé que me llamó por el cero en el examen y desde ya le digo que le prometo que voy a mejorar.

—¿Puedo saber qué es lo que no te permite estudiar? —desvié la mirada.

—Si estudio —reí—. Justo para ese examen me olvidé.

Mentí. Una vez más. No es que me olvidé estudiar, es que me la pase pensando en cómo escapar de mi estúpida casa. Intenté estudiar dos veces y ambas fui interrumpido por las peleas de mis papás. Tuve que ser mediador y terminé en vuelto en la pelea también. Está de más decir que luego no tenía ni ganas de pararme de la cama. No había forma que volviera a agarrar el bendito libro.

—Está bien —suspiró—. Te creeré sólo porque en los demás cursos estás bien —sonreí—. Espero un veinte en el próximo examen.

—Así será —le di la mano y salí de la oficina.

Volví al salón porque el timbre ya había sonado y me senté en mi lugar. Romina se acercó y se sentó en mis piernas, lo cual me extrañó y me gustó a partes iguales. 

—¿Cómo sigues? —preguntó agarrándome la cara.

—No muy bien, la verdad —la miré—. No te vi en la fiesta de Michael.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora