Capítulo 49

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Michael

Bajamos del carro y Evan tiró la puerta con mucha molestia. Su cara solo me indica que quiere pegarle al papá de Danica en este momento. Subimos al ascensor y su respiración era bastante fuerte, de verdad estaba molesto.

—Hermano...

—Ahora no, Michael —habló serio y al abrirse las puertas del ascensor bajamos.

Abrí la puerta y fue directo a su cuarto. Aproveché en llamar a mis papás. Cogí el teléfono y marqué el número que me dieron hace dos semanas, ojalá respondan.

—¿Hola? —pregunté ilusionado cuando contestaron.

—¡Hijo! —gritó mi mamá riendo—. Oh hijo mío, no sabes cuánto te extrañamos.

—Yo también mamá —sonreí—. ¿Cómo están?

—Bien, ¿tú cómo estás?

—Hoy ha sido un mal día...—suspiré.

—¿Pasó algo con Evan?

Si le digo la verdad, se va a preocupar por él. Cuando le conté que se había ido de su casa y ahora vivía en la nuestra quería volver al país para darle apoyo. Si ahora le digo que está pasando por un muy mal momento, sé que se angustiara.

—No...Evan está bien.

—¿Entonces?

—¿Te acuerdas de Lucía? ¿Mi amiga?

—Recuerdo que me hablaste de ella, no la conozco en persona aún mi amor —reí y asentí con la cabeza aunque no pudiera verme.

—Estamos juntos.

—¿¡Qué?! —gritó y rio—. ¡Qué bueno mi amor! ¿Hace cuánto?

—Hoy le pedí que estuviera conmigo.

—Espero le hayas comprado algo hermoso, ya la quiero conocer.

—La vas a amar —suspiré—. Hoy unos ladrones entraron a su casa.

—Oh no, ¿ella está bien?

—Físicamente sí, pero está bastante afectada porque se la pasó todo el verano haciendo postres para poder pagarse la universidad y bueno...se llevaron el dinero.

—No te creo...ay no, ¿y ahora? —me senté en el sillón y me quedé en silencio.

Puedo hacerle la pregunta. Nada malo pasará.

—¿Crees que pueda pagarle el primer año? Hasta que consiga ahorrar de nuevo, te prometo que te devolveré todo —rio levemente, es una buena señal.

—Ay hijo, eres tan bueno —comencé a ponerme nervioso que no diera respuesta—. Tú papá y yo nos podemos pagar tres universidades mi amor.

—Lo sé, sé que es demasiado —me levanté del sillón de nuevo—. Pero no sabes lo mucho que Lucía anhela estudiar en mi universidad y derecho, se lo merece.

—Tendrás que decidir —cerré los ojos, no quería escuchar eso—. O ayudas a Evan o a Lucía, pero no a ambos.

—No puedo decidir en algo así, lo sabes.

—Lo siento mi amor...te vuelvo a llamar en estos días, ¿sí?

—Está bien, cuídate.

—Te amo.

—Yo también, mamá.

Colgué y puse el teléfono en su lugar. Me senté en el sillón rendido dispuesto a pensar en una solución, pero en eso sonó el teléfono de nuevo. Lo agarré emocionado pensando que era mi mamá que había cambiado de opinión, pero era Lucía.

—Michael, por favor recógeme —escuché su voz agitada

—¿Está todo bien? —pregunté preocupado.

—No, necesito hablar con Evan —su tono de voz era bastante serio.

—Bueno, ahí voy.

Volví a dejar el teléfono en su lugar y caminé a la puerta de Evan. ¿Le aviso? Mejor no.

Cogí las llaves y volví a salir del departamento. No sé ya ni cuantas veces he entrado y salido. Hoy me tienen de chofer, pero es un día complicado. Bajé corriendo por las escaleras y llegué al carro. El peluche y el ramo de rosas seguían aquí, debí bajarlos. Ya no importa. Arranqué y manejé lo más rápido posible a la casa de Danica. Espero Evan no se dé cuenta que me fui, no me gustaría decirle que volví aquí sin él.

Al llegar, Lucía estaba esperándome en la puerta y subió al carro. La miré y comenzó a llorar. La abracé muy fuerte y continuó llorando. Me partía el corazón verla así.

—Lo siento —se alejó y se secó las lágrimas —. No quería que Danica me viera así.

—Lu, estoy realmente preocupado... ¿Qué está pasando? —miró hacia el frente y se puso el cinturón.

—Vamos a tu departamento, es mejor que se lo diga a ambos.

Asentí con la cabeza y arranqué. La radio fue apagada y solo podía escuchar la respiración de Lucía de vez en cuando. Está nerviosa y preocupada, no la había visto así antes. Llegamos al edificio y en el ascensor le di un beso. Al llegar al piso le di la mano y bajamos del ascensor. Abrí la puerta del departamento y ahí estaba Evan.

—Lucía —dijo Evan desesperado y se acercó a ella—. Por favor dime que está pasando, no me responde las llamadas, su papá me botó de la casa y ya no sé qué hacer —Lucía asintió con la cabeza y le sobó el brazo.

—Es mejor que te sientes, no es una buena noticia la que te voy a dar.

Nos sentamos en el sillón y podía ver la desesperación notoria de Evan en sus ojos. Lucía tomó aire y se le pusieron los ojos llorosos.

—No va a terminar conmigo, ¿verdad? —Evan lanzó la primera pregunta y Lucía no respondió—. Lucía, por favor di algo.

—Es difícil para mí decirlo —lo miró—. Danica te ama, Evan...eso debes saberlo.

—Sé que me ama y yo a ella —tragó saliva—. ¿Hice algo? No sé, tal vez pueda arreglarlo —negó con la cabeza.

—No hiciste nada malo —me miró y tomó aire—. Está embarazada.

Luego de escuchar esa oración, fue como si el mundo se detuviera un segundo. ¿Así se siente estar en shock? Vi a Evan levantarse del sillón y negó con la cabeza varias veces.

—No puede ser...tiene que haber una equivocación —Lucía negó con la cabeza llorando y yo no sabía qué hacer.

—Tiene dos meses.

Evan volvió a sentarse para luego taparse la cara. Dio un gran suspiró y volvió a negar con la cabeza.

—Me necesita, tengo que ir a verla —se levantó del sillón y caminó hacia la puerta, pero lo detuve.

—Siéntate un momento —le dije en voz baja y me hizo caso.

—Sus papás están extremadamente molestos, Danica está sufriendo mucho —siguió Lucía y se le pusieron los ojos llorosos a Evan.

—No voy a dejar que pase por esto sola, debe estar asustada...me necesita —repitió.

—Lo sé, yo estuve con ella y lo único que quería era verte —miró el suelo—. Pero sus papás se lo prohibieron.

—No pueden hacer eso.

—Evan, tienes que dejar que el tiempo pase y tal vez...—se levantó del sillón de nuevo y comenzó a caminar de lado a lado.

—Le arruiné la vida, Lucía —dejó de caminar y la miró—. Podemos solucionarlo.

—¿Qué dices? —lo miré extrañado y me levanté del sillón también—. ¿Qué planeas hacer?

—Puede abortarlo, ¿no? —nos preguntó mientras nos miraba atento a una respuesta—. Tengo que hablar con ella.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora