Capítulo 40

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Michael

Terminé de preparar el desayuno y fui a levantar a Evan, hoy es su primer día de trabajo y creo que yo estoy más nervioso que él. Espero sepa comportarse y no lo boten en el primer día.

—¡Arriba! —grité abriendo la puerta haciendo que chocara contra la pared y se levantó.

—¿Por qué? —me miró con los ojos entre cerrados preguntando con un tono de molestia—. Estoy tarde, ¿no?

—No —le golpeé la espalda—. El desayuno está listo, apúrate para llevarte.

—¿Me vas a llevar? —sonrió.

—¿Cómo pensabas ir? —reí y alzó los hombros.

Salí del cuarto y me senté en el sillón para ver un poco de televisión. Ahora que Evan se va, debo encontrar algún pasatiempo para hacer. No tendré con quien pasar el tiempo.

Apareció un comercial de chocolates y Lucía vino a mi mente. Sonreí al recordar todas esas veces que me hizo comprar chocolates para ella, en los recreos y las veces que salíamos. No hablo con ella desde año nuevo y no sé si está molesta por lo que pasó con Matías. Espero que no y espero también que él no le haya contado la conversación que escuchó.

—¿En qué piensas?  —preguntó Evan a mi lado con comida en la boca.

—¿Crees que Matías le haya contado lo que escuchó en año nuevo a Lucía? —pregunté directamente y alzó las cejas para luego mirar a la pantalla del televisor.

—Espero que no —volvió a mirarme—. Porque si lo hizo es mejor que vayas a hablar con Lucía.

—No —reí—. ¿Por qué tendría qué hacer eso?

—Si no sabe el por qué de la pelea, debe estar molesta contigo —miré el suelo—. Y si sabe, lo más probable es que quiera saberlo por ti.

—¿Y le pregunto directamente si sabe? —pregunté confundido y negó con la cabeza.

—Esa parte te la resuelvo yo —se levantó del sillón y se acercó al teléfono, marcó un número y esperó unos segundos—. Preciosa —sonrió y reí, qué inteligente.

Recogí el plato de Evan y fui a lavarlo, me pone nervioso no saber que está diciendo Danica al otro lado del teléfono.

—Me debes una pizza —comentó desde la puerta y rio—. No sabe nada.

—¿Cómo sabes que Danica no le contará a Lucía? —dejé la toalla con la que me sequé las manos.

—Porque le pedí que no lo hiciera —me guiñó un ojo—. ¿Vamos? No quiero llegar tarde por tu culpa.

—¿Por mi culpa? —lo empujé y cogí las llaves.

Bajando en el ascensor pensé en ir a la casa de Matías, pero no sé si sea lo mejor. Si Lucía no sabe nada entonces no estará molesta, pero no sé qué excusa habrá puesto Matías de nuestra pelea.

Subimos al carro y comencé a manejar. Noté a Evan relajado así que ni le pregunté cómo se sentía por su primer día en el trabajo. Estoy orgulloso de él, no pensé que conseguiría trabajo tan rápido y menos en ese supermercado que pedían algo de experiencia.

—¿Vendrás por mí a las cinco?  —preguntó cuando llegamos al supermercado y asentí con la cabeza.

—Sí, vendré por ti —abrió la puerta del carro y bajó—. Compórtate por favor.

—¿Me crees un niño de dos años? —rio y cerró la puerta.

Arranqué y manejé a la casa de Lucía. Es algo temprano, pero recuerdo que ella no duerme hasta tarde. Hasta donde me contó, iba a estar en una academia porque quería prepararse para la universidad, espero esté en su casa y no haya salido.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora