Capítulo 39

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Evan

Desperté y me asusté al no recordar dónde estaba. Es la casa de playa de Michael. Giré mi cabeza al sentir alguien a mi costado y suspiré de alivio de ver a Michael. No me acuerdo de nada, ¿me emborraché? Maldita sea. 

Me paré de la cama y salí del cuarto para buscar a Danica. En la sala solo estaba Matías en el sillón, durmiendo. Caminé hacia los cuartos y en uno estaba Thalía. Abrí otra puerta y ahí estaba Danica con Lucía. Me acerqué a Danica y vi que tenía el ojo un poco morado.

—Danica —la moví asustado y abrió los ojos—. ¿Por qué tienes el ojo morado?

—¿No te acuerdas? —se sentó en la cama y me arrodille frente a ella—. Me peleé con Thalía.

—¿Por qué? —pregunté extrañado.

—¡Intentó besarte! —susurró y negué con la cabeza.

—Eso no puede ser, no me acuerdo de nada.

—Michael y tú se emborracharon, por eso no te acuerdas —se agarró el ojo y se quejó, le cogí la mano y la llevé al baño.

—Tienes suerte que tu enamorado se haya tenido que curar solo varias veces —le sonreí—. Estás loca, ¿Cómo se te ocurre pelear así?

—Evan desde que llegamos no deja de mirarte, después de aprovecharse de tu estado, ¡no podía quedarme de brazos cruzados! —suspiró—. Tenías que verme —empezó a pegarle al aire y reí.

—A ver —me arrodillé frente a ella con un papel mojado—. Me avisas si quieres que me detenga —asintió con la cabeza.

—¡Ay! —se quejó y me alejé asustado, comenzó a reírse y negué con la cabeza—. Perdón, me gusta molestarte.

—Y después yo soy el insoportable —la miré a los ojos y ese azul que me atrapó desde el primer día me distrajo de todo.

Me acerqué a ella y la besé. Me siguió el beso haciéndome pensar que ella también había querido hacerlo desde hace rato. Me alejé de ella y sonreí.

—A la única chica que quiero besar es a ti —sonrió.

Seguí tratando de curarle el ojo y no podía evitar sonreír al verle la sonrisa que tenía, como le brillaba los ojos con tan solo mirarme.

—¿Por qué no eres enfermero? —reí por su pregunta—. No, no hay forma que seas enfermero. ¿Sabes la cantidad de enfermeras lindas que estarían trabajando contigo?

—Ahora que dices eso, no es mala idea —abrió la boca molesta y trató de irse pero la abracé.

—Buenos días —saludó una Lucía despeinada—. ¿Cómo va tu ojo? —le preguntó a Danica.

—Evan me lo curó —me abrazó—. Quiero desayunar, ¿vamos? —nos miró y asentí con la cabeza.

Caminamos hacia la cocina y Lucía se acercó a Matías para levantarlo. Los miré y Danica me empujó levemente.

—No seas tan obvio —rio haciéndose algo con el cabello.

—Solo me acuerdo de lo raro que estaba Michael ayer por ellos —la miré—. ¿Qué haces con tu cabello? —reí y suspiró.

—Intento hacerme un moño, pero lo tengo muy largo y está maltratado —se lo miró—. Me lo voy a cortar.

—¡No! —grité y rio—. Me encanta tu cabello.

—¿Si? —asentí con la cabeza—. Entonces péinalo tú, para que veas lo complicado que es.

—Está bien, traeré tu peine —le di un beso y fui al cuarto donde había dejado su maleta, me acuerdo que ayer guardó un peine.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora