Evan
Desperté por algunos gritos en la sala y no me extrañé para nada. Abrí la puerta de mi cuarto y escuché algo de vidrio romperse. Kiara también salió de su cuarto con los ojos entre cerrados y bajamos las escaleras. El miedo y la tensión crecieron en mí conforme bajé cada escalón. ¿Será posible que mi papá esté borracho a esta hora?
—¡Ojalá te mueras! —gritó mi mamá y mi papá salió de la casa tirando la puerta, haciendo que sonara muy fuerte.
Mi mamá comenzó a llorar y me acerqué para abrazarla. El objeto que pagó las consecuencias esta vez fue el jarrón favorito de mi mamá.
—Tranquila mamá —Kiara le alcanzó una servilleta.
—Perdón, no quería que nos escucharan discutir —habló apenada.
—¿Por qué pelearon así? —no es que me sorprenda, pelean todos los días, pero quiero saber cuál fue la razón esta vez.
—Acabo de encontrar un montón de deudas pendientes, me las ha estado ocultando todas —suspiró dándome los sobres—. No sé qué le pasa, ya ni siquiera me habla —se secó las lágrimas—. Tengo que recoger eso —miró el jarrón roto en el suelo.
Dejé los sobres después de quedarme en silencio mientras los leía y decidí subir a mi cuarto sin decir nada. Me metí a la ducha y luego me cambié. Cogí el teléfono y llamé a Michael.
—Son las nueve de la mañana maldito enfermo —habló con la voz ronca y reí—. Es domingo, no me jodas.
—Necesito tu carro —escuché su risa.
—¿Para qué?
—Le dije a Danica que la llevaría a un lugar sorpresa, quiero llevarla a la playa.
—Bueno, ven por él —celebré.
—Por eso te amo.
—Cállate.
Colgó y me puse zapatillas. Bajé las escaleras y mi mamá me miró extrañada.
—¿A dónde vas? —preguntó terminando de recoger los vidrios.
—Saldré con Danica —la miré preocupado—. ¿O quieres que me quede? —negó con la cabeza.
—Está bien, ve —le di un beso en la cabeza y salí de la casa.
Tal vez debí llamar a Danica antes de salir, sólo para asegurarme que estuviera despierta. Le dije que pasaría por ella temprano, pero no sé qué signifique temprano para ella. Usualmente los sábados y domingos se levanta a las doce.
Mi pierna duele menos que ayer. Sólo me dolió por correr, pero tenía que llegar a la presentación. No había forma de perdérmela. Valió la pena correr, ver a Danica bailar se sintió terapéutico, fui tan feliz...simplemente hizo que el dolor desapareciera. Verla bailar compensa el dolor de ya no poder jugar fútbol. Cuándo las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, no podía creerlo. Verla tan libre, sonriendo, tan feliz, me hiso querer protegerla de todo, más, aún más. Quiero verla bailar cada bendito día. Jamás había visto a tremenda bailarina de ballet, y está conmigo, ¡conmigo!
Llegué a la casa de Michael y toqué el timbre. Abrió la puerta mientras comía un pan con algo y me tiró las llaves.
—Hola, soy Evan —le di la mano—. ¿Tuviste un accidente o algo para que no me recuerdes, hijo de puta?
—No —rio—. Me pone de mal humor que me levantes a esta hora, ya lo sabes.
—Olvidé avisarte anoche, era tarde.
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Una vida contigo
Teen FictionEvan Radeguieri, un chico de 18 años tiene que luchar con los cambios de su último año escolar. Con un pasado complicado y un futuro desconocido, conoce a la chica de sus sueños y la vida parece tener un sentido distinto. Fan page en Instagram: http...