Capítulo 46

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Danica

Tiré la puerta al bajarme del carro y me puse la maleta en un hombro. Sigo sin creer que Angela no haya estado para mí ayer cuando llegué desconsolada a la casa. Estábamos las dos solas y dejó que llorara hasta quedarme dormida, no recibí ni una sola pregunta ni un abrazo. Y era todo lo que necesitaba. ¿Lo peor? Mi mamá esta mañana la apoyó y dijo que debería concentrarme en la universidad en vez de estar llorando por estupideces. Nadie me entendió, Lucía se puso a favor de Evan y ahora me arrepiento haberle colgado el teléfono.

Entré a la recepción y le sonreí a Rosa, la señora de limpieza que siempre está aquí temprano.

—Buenos días señorita —habló sonriente y cogí la llave de mi casillero para poder guardar mi ropa mientras nado.

—¿Cómo estás, Rosa? —me acerqué a ella y alzó los hombros.

—Hoy es buen día, es buena hora y aún no hay muchas personas nadando —miró hacia la piscina—. ¿Está lista para sus clases?

—Claro que sí —asentí con la cabeza—. De hecho, llego tarde —reí—. Nos vemos después.

Salí corriendo hacia el baño y me cambié rápidamente. Felizmente traía la ropa de baño puesta debajo de mi ropa, me ahorraba mucho tiempo. Guardé mis cosas en el casillero y al cerrarlo se cayó el llavero que Evan me regaló hace dos meses. 

Evan. 

No quería pensar en él, genial. Lo agarré y lo guardé junto con lo demás. Cerré el casillero y salí corriendo con mi toalla y la llave.

Entré a la piscina y decidí despejar mi mente. Creo que anoche fue suficiente con todo lo que pensé. Sé que me equivoqué y ahora no sé ni cómo acercarme a Evan. No sé cómo decirle que me arrepiento mucho y sobre todo lo mal que me siento por la culpa que cargo. Recién después de un largo de rato de llorar, reaccioné. Sé que es tarde. Le parezco una loca y seguro ya estará pensando en terminarme.

Miré el suelo y sentí que iba a volver a llorar. Sentí un nudo en la garganta y en eso la voz de mi profesora hizo que regresara al mundo real.

—¿Estás bien? —preguntó extrañada y asentí con la cabeza—. Toma, te los presto hasta que puedas comprarte otros —me entregó lentes para el agua y reí.

—Olvidé por completo que tenía que comprar nuevos —me los puse—. Gracias.

—Hoy seré buena contigo, Danica —la miré—. Haz la misma rutina de ayer.

Agradecí al cielo y asentí con la cabeza. No estoy de humor para nadar y menos tengo fuerza para hacer una fuerte rutina. Felizmente hoy la profesora se apiadó de mí.

Me acerqué al borde de la piscina y me di cuenta que la profesora se había ido. ¿Ni siquiera va a revisar que lo haga bien? Miré hacia donde iba y noté que había una chica nueva. Oh, ahora tiene sentido. Me lancé al agua y de lo fría que estaba se me puso la piel de gallina. Comencé a nadar tratando de no pensar en nada, pero no puedo evitarlo.

Tengo que buscar una solución. ¿Acaso me rendiré y dejaré ir a Evan? ¡Claro que no! ¡Me muero por él! Sería muy tonto hacer algo así, algo cobarde. Yo no soy cobarde. Debo aceptar que me equivoqué y me dejé llevar por mis inseguridades. Pidiendo perdón puede que Evan me perdone. ¿Verdad?

Ahora no lo sé. Ayer estaba realmente molesto, hasta me llamó loca y lo peor, no me siguió como pensé que lo haría. Tampoco me llamó y lo más probable es que no lo vuelva a hacer en mucho tiempo.

Salí del agua para tomar aire y miré hacia la enorme ventana por donde usualmente Rosa me saluda. La busqué con la mirada, pero no estaba. Suspiré y me volví a poner los lentes. En eso vi una sombra y me los saqué para ver si era Rosa, pero era... ¿Evan?

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora