Danica
—No puedo creerlo.
—¿Qué cosa? —preguntó Micaela embutiéndose la canchita en la boca.
—Nada, recordé algo —miré a Evan que acababa de entrar a la cancha y pronunció un lo siento, que aunque no haya estado a mi lado, pude escucharlo con su voz, en mi cabeza.
Desvié la mirada y agarré un poco de la canchita de Micaela.
Sabía que no cumpliría con su palabra. Ama tanto ser el capitán de su equipo que es incapaz de sentarse en la banca y ser un simple suplente por un día. El pitido del comienzo del partido sonó y yo sólo pude sentir el corazón en la garganta. Me dediqué a mirar a Evan jugar, porque dios mío, juega tan bien y no quería que nada malo le pasara. Perdió la pelota y se desquitó con Fabrizio que estaba al costado. Traté de no reír y seguí comiendo la poca canchita que le quedaba a Micaela.
De un momento a otro, Evan tenía la pelota de nuevo y quise saltar de alegría, pero me aguanté. Se la pasó a Michael y Micaela me agarró del brazo, ambas comenzamos a gritar, Michael se la volvió a pasar a Evan y en eso... ¡gol!
No pude ocultar más mi alegría y comencé a saltar con Micaela. Nos tranquilizamos y Evan me estaba mirando, directamente, sin vergüenza. Me mandó un beso y sonreí. Me puse algo roja y me arreglé el cabello.
—¿Qué está pasando entre ustedes dos? —negué con la cabeza varias veces ante la pregunta de Micaela.
—No pasa nada, ya te lo dije —rodó los ojos y volvimos a sentarnos.
El pitido volvió a sonar y la pelota era como un remolino por toda la cancha. El equipo contrario empezó con todo esta vez. Vi a Evan correr detrás del chico que tenía la pelota y en eso alguien lo empujó haciendo que cayera al grass.
—¡No! —grité y me tapé los ojos cuando lo vi quejarse—. Maldita sea, no quiero ver —Micaela comenzó a reír y me cogió de ambas manos para que viera lo que estaba pasando.
Michael lo levantó del grass y agradecí a todos los santos de verlo parado y caminando. Le hizo una seña a su entrenador y deseé tanto que lo sacaran de una vez por todas del partido, pero no fue suficiente desear, el partido continuó con el de la camiseta número diez ahí, con su capitán tan necio.
Derek intentó meter un gol y no entró. Sentí algo de pena por él, pero sonreí al ver a Evan decirle algo y pareció un poco más animado. Derek no juega mal, pero le falta ese algo que al menos Evan si tiene, incluso Michael. No sé de fútbol, pero supongo que con práctica, mejorará.
De pronto, Evan se quedó parado mirando hacia el arco. Fruncí el ceño cuando lo vi tambalearse y Michael corrió hacia él. De un momento a otro comenzó a vomitar. Me tapé la boca casi por instinto y me paré de mi lugar. Michael llegó a él, le dijo algo al oído y de pronto se desplomó en el grass. Bajé corriendo las gradas, pero no me dejaron pasar a la cancha.
Se llevaron a Evan en una camilla y yo subí las gradas de nuevo para ir en busca de Micaela, con lágrimas en los ojos y con la respiración hecha un caos.
Pensé en todo tipo de reacción, o algo qué decirle para cuando me dejaran entrar a su cuarto, pero descarté todas, porque sólo quería abrazarlo y pedirle perdón. Miré a Michael que estaba con Micaela en los asientos del costado y él sólo me miró con desprecio. Está molesto y con razón. Evan está en esta situación por mi culpa.
—Dani —Micaela se sentó a mi lado.
—La culpa me está consumiendo Mica —me eché en su hombro.
ESTÁS LEYENDO
Una vida contigo
Roman pour AdolescentsEvan Radeguieri, un chico de 18 años tiene que luchar con los cambios de su último año escolar. Con un pasado complicado y un futuro desconocido, conoce a la chica de sus sueños y la vida parece tener un sentido distinto. Fan page en Instagram: http...