Capítulo 25

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Danica

Hasta el año pasado no me gustaban los domingos en la noche. Sabía que al día siguiente iba a tener que ir al colegio a ver a Raúl, que llegaba drogado, otras veces de pésimo humor y se las agarraba conmigo. 

Hoy el domingo se siente diferente.

Mañana voy a ver a Evan. Abrazar mi almohada antes de dormir e imaginar qué es él se ha vuelto una costumbre. Quisiera que realmente sea él, pero sigue castigado. Sonreí al recordarlo aquí la otra noche y suspiré. Luego de explicarme todo, me contó que había peleado con su mamá. Que eso muy pocas veces sucedía, pero pasó y había estado fingiendo durante todo el día. No había tenido ni siquiera ganas de jugar el partido fútbol, no quería que ellas fueran a verlo y por eso había estado tan extraño. Le prometí que yo jamás lo juzgaría y le hice saber que ahora eramos como un equipo, que podía contar conmigo, para lo que fuera. No voy a dejar que Evan siga pasando por todo ese infierno solo. Ya no más. 

El sonido de la puerta me distrajo de mis pensamientos y sonreí levemente al ver a mi mamá con una taza de manzanilla en sus manos. Me trae una cada domingo antes de dormir.

—¿Puedo pasar? —asentí con la cabeza y ella se incorporó en mi cuarto con su pijama de color café y su desordenado cabello rubio.

Dejó la taza con la manzanilla en mi mesa de noche y se sentó frente a mí en la cama. Me acarició el cabello y la miré atenta, porque parecía que quería decirme algo.

—¿Terminaste de estudiar? —preguntó mirando mis cuadernos en el escritorio.

—Sí, ya estoy lista para cualquier examen de esta semana.

—Cuéntame cómo te está yendo —sonrió y yo también.

—Increíble mamá. Estoy muy feliz.

—Lo sé —suspiró—. Sabes que puedes contar conmigo para todo, ¿verdad?—asentí con la cabeza.

—Sí, ¿por qué preguntas eso?

—Tú hermana y yo hemos estado hablando —me agarró la mano—. ¿Estás saliendo con ese chico?

Lo que temía. Dudé en si decir la verdad o no, una vez más, pero no encontré razones para mentir. No quería ocultar mi felicidad y esa felicidad tenía nombre y apellido.

—Si —respondí segura—. Evan y yo estamos juntos hace un tiempo.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —su tono de voz no era de enojo, pero no pude descifrar que estaba sintiendo.

—No lo sé —miré a otro lado.

—Angela ya nos había contado de Evan y ambas sabemos que no es lo mejor para ti —fruncí el ceño.

—No conocen a Evan, no tienen idea —reí y me paré de la cama—. Evan es diferente.

—¿Y qué hay de ti? —se paró de la cama también—. ¿Tú sigues siendo la misma chica que se echaría la culpa por errores ajenos? ¿Qué pasaría si le encuentran algo a Evan? ¿Te volverás a echar la culpa?

—No soy la misma, mamá. Soy mejor y aprendí muchas cosas el año pasado —rio.

—Que estés con ese chico demuestra lo contrario —sentí mis mejillas arder del enojo—. Piénsalo.

Cuándo salió del cuarto, tiré la almohada a la puerta. ¿A eso viene? ¿A recordarme mis errores? ¿El pasado que tanto hablamos de olvidar? Reí y me senté en la cama. No voy a dejar que arruine mi felicidad. Las cosas están siendo distintas esta vez, yo soy distinta. Por algo me la pasé todo el verano sola, pensando en lo ocurrido. Jurándome a mi misma que nunca más dejaría que alguien me pisoteara así. Y lo voy a cumplir.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora