Evan
Llegó el miércoles. El día que más esperé de la semana por el partido de hoy. Me levanté de la cama y fui directo a la ducha. Me puse el uniforme del colegio y debatí en si bajar a tomar algo de desayuno o morirme de hambre como todas las mañanas. Sólo porque hoy es el partido, ganó la primera opción, así que bajé las escaleras para ir directo a la cocina.
—Buenos días —la dulce voz de mi mamá inundó la cocina al verme entrar—. ¿Panqueques?
—Hola —le sonreí y le di un beso en la cabeza—. Eso no es pregunta —me senté en una de las sillas al lado de la mesa de la cocina.
—Tú hermana y yo iremos hoy a tu partido.
—¿Qué? —mi voz fue de sorpresa. De todas las cosas que mi mamá podía decir esta mañana, esa era la última que me imaginaba—. ¿Por qué?
—Es tú último año mi amor, quiero estar presente en cada momento.
Me quedé en silencio mientras comía un pedazo de jamón que saqué de la refrigeradora.
Terminé de comer los panqueques que mi mamá preparó y vi a Kiara bajar con el cabello húmedo, al parecer hoy la señorita perfecta se levantó tarde. Salí de la casa y subí al carro donde estaba mi papá haciendo algo con su reloj. Anoche me avisó que hoy iría con ellos, sin quejas. Espero que esto no se haga costumbre.
—¿Cuándo planeas volver a hablarme? —preguntó sin voltear.
—¿Por qué quisiera hablarte?
—Anoche me llamó el director académico de tu colegio —me quedé helado y volteó a mirarme—. ¿Qué hiciste?
—Nada —aclaré fingiendo estar relajado—. No sé por qué te llamó.
—Mañana tengo que ir a hablar con él así que es mejor que hables de una vez. No me hagas pasar vergüenza, ya suficiente con que seas mi hijo.
Y ahí estaba de nuevo el Sergio que conozco. Detesto la manera en la que este imbécil me hace sentir.
—No he hecho nada.
—Si, claro —dejó de mirarme y se acomodó en su asiento.
Kiara entró al carro y se dieron un beso. En todo el camino se la pasó hablando de sus perfectas notas y mi papá la escuchaba atentamente. Sentí una cólera incontrolable y comencé a darle la orden a todo mi ser de tranquilizarse. Era capaz de meterle un puñete, lo cual me desencajó.
Llegamos al colegio y me bajé lo más rápido posible. Caminé hacia la oficina del director académico y abrí la puerta.
—Evan —habló sorprendido.
—¿Por qué mi papá tiene una cita con usted mañana? —se sentó en la silla de su escritorio y yo me quedé de pie.
—El lunes entregaste un trabajo de matemática y lo desaprobaste, tenía que informarle que...
—¿Sólo por eso? —lo interrumpí—. ¿No me lo puede decir a mí?
—Evan, siéntate por favor —me señaló la silla—. Necesito que te relajes, no quiero que pase lo mismo que el año pasado —habló refiriéndose a la vez que perdí el control y tiré todas las cosas de su escritorio al suelo. Casi me expulsan, una vez más, por eso.
—Se supone que a la tercera nota desaprobatoria llaman a los padres, conozco casos de gente que ha desaprobado más de seis veces y jamás llamaron a nadie —traté de no alzar tanto la voz.
—Tú eres un caso especial, Evan —reí negando con la cabeza mirando a un lado.
—¿Desaprobé acaso algún curso el año pasado? Después de cuatro años pude tener mis vacaciones como una persona normal, ¿no cree que me quiero graduar este año? —asintió con la cabeza.
—Eso lo sé, pero no podemos arriesgarnos contigo este último año.
No dije más y salí de la oficina.
Pude escucharlo llamarme por mi nombre, pero continué con mi camino hacia el salón. Entré, me senté y tiré la mochila. El año pasado después de cumplir mi promesa de no desaprobar ningún curso, él y todos los profesores prometieron tratarme como un alumno normal. No están cumpliendo con su palabra y eso me hace sentir un niño que no sabe hacer nada, una vez más.
—¿Está todo bien? —preguntó Lucia a mi lado.
Esto es lo que no quería. La típica pregunta de "¿Está todo bien?". Quise gritarle que no, pero al mirarla pude notar sinceridad, como si en realidad le importara saber que me pasaba. De todas formas, iría por la excusa más tonta solo para no decir la verdad.
—No me fue bien en el trabajo de matemática —se sentó en el asiento de Michael que está al costado del mío.
—¿Necesitas ayuda? —asentí con la cabeza.
—Si.
—Puedo ayudarte si quieres —sonrió y se arregló el cabello.
Iba a decir algo, cuando en eso vi a Natasha en la puerta haciéndome señas para que saliera del salón. ¿Qué quiere? Traté de ignorarla, pero Lucia se dio cuenta que miré hacia la puerta y volteó a mirar.
—¿Es tu amiga?
—Algo así —me paré del asiento.
Salí del salón y seguí a la pelirroja. Al entrar al baño de mujeres, cerré la puerta con llave y la miré confundido.
—¿Qué? —pregunté con enojo.
—¿No le vas a contar a Matías lo que pasó en la playa?
—No —fruncí el ceño—. Ni siquiera me acuerdo —mentí.
—¿Quieres que te lo recuerde? —se cruzó de brazos molesta—. Nos besamos, en mi casa de playa —susurró—. Tienes que decírselo, no deja de cuestionarme porque he actuado tan raro estas dos últimas semanas.
—¿Decirle yo? —reí—. Tú estás con él, no yo.
—Es uno de tus mejores amigos.
—¿No crees que sería más apropiado que tú se lo digas?
Nos quedamos mirándonos en silencio y en eso tocaron la puerta.
—¿Natasha? —escuché la voz de Matías.
—No puede ser —habló asustada—. Escóndete.
—¿Dónde? —me empujó dentro de uno de los cubículos.
Cerró la puerta y me paré encima del inodoro, tuve que agacharme para que no se me viera. Escuché que Natasha abrió la puerta del baño y luego la volvió a cerrar.
—No sé por qué me pareció ver a Evan entrar aquí —habló Matías algo angustiado—. ¿Estás bien?
—Si...solo me vino el periodo, nada más —está nerviosa, lo noto por su voz.
—Oh, ¿quieres que te acompañe a la enfermería?
—Tengo que ir a clase.
Escuché que la puerta se abrió y esperé dos minutos más para salir yo. Regresé al salón y Danica me miró, no pude descifrar que decía su mirada así que solo me senté en mi lugar.
—¿Te volviste loco? Medio colegio te vio entrar a ese baño con Natasha, Evan —mi mejor amigo en vez de saludarme, me atacó una vez que llegué a él.
—¿Qué quieres que haga? —pregunté molesto—. Tengo que encontrar la forma de contarle a Matías lo de esa noche.
—No, no vas a decirle nada.
Decidí no responderle y escuchar la clase, no estoy de humor para lidiar con él ahora.
Y yo que pensaba que hoy sería un día increíble, en el cual mi única preocupación sería ganar el partido en la tarde y luego celebrar. Ahora resulta que estoy mal en matemática, mi papá va a hablar con el director académico, lo que significa castigo y lo peor de todo, Natasha quiere contarle a Matías la verdad.
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Una vida contigo
JugendliteraturEvan Radeguieri, un chico de 18 años tiene que luchar con los cambios de su último año escolar. Con un pasado complicado y un futuro desconocido, conoce a la chica de sus sueños y la vida parece tener un sentido distinto. Fan page en Instagram: http...