Capítulo 36

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Danica

¡Qué bien se siente estar de vacaciones! Amo ver el cielo despejado con un sol radiante. La mayoría de personas de buen humor, heladeros por todos lados y lo mejor, poder despertarse tarde. Aunque hoy si me levanté temprano. Es un milagro.

Llegué al edificio de Evan y toqué el timbre.

—¿Quién es? —escuché la voz de Michael.

—Soy Danica —hablé sonriente aunque no me estuviera viendo.

—Sube —sonó la puerta abrirse y la empujé.

Entré y me sorprendí de la recepción, es un buen edificio. Subí al ascensor y pulse el botón del piso de Evan. Saqué el mini espejo de mi cartera y me fijé que estuviera perfecta. Estoy bronceada por la playa, recién regresamos ayer así que demorará en irse. Bajé del ascensor y ahí estaba Michael en pijama con los ojos cerrados apoyado en la puerta.

—¿Acabas de despertar? —pregunté riendo y asintió con la cabeza, me dio un beso en la mejilla y cerró la puerta cuando entré.

—Evan sigue dormido —se sentó en el sillón y rodé los ojos.

—Se supone que despertaría temprano para ir a buscar trabajo —dejé mi cartera en la mesa—. ¿Este es su cuarto? —señalé la puerta cerrada y asintió con la cabeza.

La abrí y ahí estaba el chico más lindo del mundo.

Su cuarto estaba igual de desordenado que de costumbre. ¿Cómo se le ocurre dormir sin polo? ¿Acaso quiere causarme un infarto? Me senté a su lado y sonreí. Le quité la almohada que tenía en la cabeza y le di un beso en los labios. Abrió los ojos y sonrió.

—Échate conmigo y olvida lo del trabajo, por favor —negué con la cabeza y le sobé el pelo.

—Báñate mientras te hago el desayuno, apúrate —me levanté de la cama e hizo un quejido.

Se metió debajo de la sabana y comencé a reír.

—Evan, por Dios —le tiré una almohada.

—Dame un beso y me levanto —saco la cabeza de la sabana y negué con la cabeza—. Entonces no saldré —volvió a meterse.

—¡Michael! —grité y sacó la cabeza.

—¡No! ¿¡Por qué lo llamas?! 

—¿Qué pasó? —preguntó Michael y me crucé de brazos.

—Alguien no quiere levantarse —lo miré y Evan seguía debajo de la sabana.

—Evan —comenzó Michael—. No hagas que te levante por las malas.

—Chúpamela —negué con la cabeza.

—Tú te lo buscaste —se acercó a la cama y alzó la sabana, cogió sus piernas y a pesar de que Evan lo pateó varias veces, lo jaló tan fuerte que lo sacó de la cama.

Comenzaron a reírse y Evan se levantó del suelo.

—¡Bueno! —gritó—. Buenos días hermano —lo abrazó y Michael le pegó suavemente en la espalda.

—Consigue un buen trabajo para que me ayudes y ya no jodas tanto, ¿está bien? —preguntó sarcástico y salió del cuarto.

—Ahí se ve el amor que me tienes —reí y lo empujé al baño—. ¡Danica!

—¡Apúrate! —trató de darme un beso y comencé a reírme—. ¡Está bien! —le di un beso y me pegó a él tan fuerte que no pude escapar, comenzamos a reírnos entre besos hasta que me soltó—. Te espero en la cocina.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora