Capítulo 26

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Danica

—Trata de descansar, ¿sí? —dijo Lucía y yo me tiré en la cama—. Lo importante es que Evan ya está en su casa y el yeso lo sanará —me tapó con la manta.

Lucía ha sido un gran apoyo esta tarde. No sé que habría sido de mí sin ella. Mis papás fueron a buscarme extremadamente molestos a la clínica y les rogué que Lucía me acompañara de vuelta a casa porque no quería irme con ellos.

—Lu, déjame llamarlo —negó con la cabeza—. ¡Por favor! Seguro me necesita, ¿sabes cómo se debe sentir? Se acaba de enterar que no puede volver a jugar fútbol.

—Lo sé, pero ya estuviste con él en la clínica toda la tarde —se sentó a mi lado—. Necesitan descansar, ha sido un día muy largo.

—Está bien —suspiré y me acomodé en la cama.

Después de un rato que empecé a cerrar los ojos, Lucía se despidió de mí y apagó la luz, para luego salir por la puerta y volver a su casa, la cual me enteré recién que no quedaba muy lejos de la mía.

Traté de cerrar los ojos para dormir, pero aún tenía la imagen de Evan en el grass gritando de dolor. Abracé mi almohada y deseé que estuviera bien. Felizmente supe cómo reaccionar cuando el doctor le dijo que era mejor no volver a jugar fútbol. Me sentí tan mal por él, era su sueño entrar al equipo de fútbol nacional a final de año. Ahora ni siquiera recibirá la beca...¡Dios! Ha sido un día terrible.





—¡Danica! —me levanté de un brinco al escuchar mi nombre—. ¡Van a ser las siete! —es la voz de mi mamá. Hoy hay colegio y una vez más, estoy tarde.

Me paré de la cama y corrí al baño. Terminé de alistarme y cogí mi mochila. Guardé los cuadernos sobre mi escritorio y bajé a tomar algo de desayuno.

—¡Tengan un buen día! —gritó mi mamá desde la cocina cuando ya estábamos saliendo de la casa.

Subimos al carro y mi papá manejó hasta el colegio. Ayer olvidé preguntarle a Evan si iría al colegio hoy, espero que si vaya. Sé que no quiere ver a nadie, ni que la gente sienta lastima por él, pero lo extrañaré mucho si no va.

Llegamos y me despedí de mi papá. Entré al colegio y caminé hacia los casilleros. Todo está muy tranquilo, puede que Evan aún no haya llegado. Terminé de sacar los cuadernos de las clases del día y entré al salón. Michael estaba sentado en su lugar mientras hablaba con Lucía, así que dejé mi mochila y me acerqué a ellos.

—Hola —sonreí y ellos me miraron—. ¿Sabes algo de Evan? —le pregunté a Michael.

—No me contestó el teléfono en la mañana, no sé si venga —suspiró—. Es una pesadilla, no puedo creer que ya no vaya a jugar.

—Lo sé —me crucé de brazos y miré el piso.

—¿Qué tal si hacemos algo para animarlo? —propuso Lucía.

—¿Cómo qué?

—No sé, ustedes lo conocen más que yo... ¿Qué le gusta? —Michael pensó.

—La pizza y Danica —rio—. Diría que el fútbol, pero lo debe estar odiando.

—Le gusta la playa —añadí a la lista de Michael.

—Podríamos... —Michael comenzó a hablar, pero se quedó en silencio cuando miró hacia el frente.

Sonreí al ver a Evan en la puerta, pero al notar las muletas y su cara de tristeza, mi sonrisa se desvaneció. Me acerqué a él para ayudarlo y me sonrió levemente.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora