c u a r e n t a y d o s | El enigma de Londres

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Cruzamos el extenso y angosto corredor cubierto por un manto opaco y escaso de luz

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Cruzamos el extenso y angosto corredor cubierto por un manto opaco y escaso de luz. Noté los conductos por dónde viajaban los cables de la electricidad, las columnas sanitarias, los aparatos de calefacción y entre otros servicios. Estábamos específicamente en el pabellón que demandaba la mayor seguridad en todo lo que se extendía el espacio arquitectónico carcelario. Un policía armado hasta los huesos nos seguía y otro iba adelante de nosotros guiándonos. Deslizó una tarjeta sobre la cerradura electrónica, de modo que la puerta se abrió, pero lo que seguía viendo eran más pasillos. Hasta que, por fin, dimos con una unidad autónoma protegida por un vidrio templado que al mismo tiempo permitía la vista de aquel hombre.

Al contrario de muchos convictos que preferían descuidar su espacio, este estaba muy bien cuidado, tan pulcro que hacía notar la sensibilidad en la estética de un asesino en serie. Cha Eui-sung estaba de espaldas, sentado en el piso con las piernas cruzadas y tocando un violín con la delicadeza sintetizada en la armonía.

Se mantuvo así un par de minutos más hasta que dejó de tocar por un largo segundo y se dio la vuelta con una gustosa sonrisa. En el fondo sentí como si él ya sabía que este momento iba a llegar, que Raven de alguna u otra manera lo buscaría. Entonces recordé lo que le dijo: «un monstruo no se puede ocultar de otro monstruo».

Tanto Raven como Eui-sung se miraron las caras fijamente en medio de un mutismo, como si solo las miradas bastaran. Ambos dieron pasos.

—No te acerques demasiado —advirtió Namjoon, quien hizo todo el proceso para que pudiéramos llegar hasta aquí.

—Si te soy sincero, las visitas no me agradan, todos son muy corrientes aquí —dijo el hombre con un aire de diversión y gusto—. Pero que tú lo hagas cambia mucho las cosas. ¿En qué soy bueno, Kim Raven?

—Necesito que resuelvas una duda por mí.

La comisura del sujeto se extendió más ante eso. El aire de egocentrismo y altiveza que emanaba eran demasiado elevadas, y de alguna u otra forma ya me sentía familiarizado con eso.

—Tú dirás.

—¿Por qué? —empezó, dando otro paso que casi hacía terminar la distancia entre ella y el vidrio—. ¿Por qué hiciste todo lo que hiciste?

—Esa no es la pregunta que quieres saber, Raven. La pregunta aquí es: ¿amaba a mi hija? ¿La amaba tanto como para haber hecho todo lo que hice? Porque tú y yo nos conocimos por ese caso, no por cualquiera que haya hecho en el pasado que, de por sí, ya está olvidado.

Sentí molestia ante sus últimas palabras. Entonces no solo cometió asesinatos con los amigos de Ju-ri, sino que ya lo había hecho antes, con quien sabe quién. Lo decía de una manera tan simple, como si la vida de alguien más no tuviese importancia o valor.

Que fuese un psicópata y no pudiese distinguir sus sentimientos no lo justificaban en nada.

—No me interesan tus otros casos, ese ya es asunto de la policía —gruñó la rubia—. A mí me interesa saber por qué asesinaste a esas personas. Que lo hayas hecho en el nombre de tu hija me parece muy falaz.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora