Los psicólogos afirman que retener las emociones no es nada recomendable, pero ¿qué pasa cuando aquello se cumple y alguien tiene que sobrellevar algo amargo a lo largo de su vida? ¿Qué es lo que pasaría si el detonante preciso aparece y promete der...
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Las imágenes volvieron otra vez.
El tibio viento soplaba hacia el norte con cierta fuerza. Nunca me pareció que tuviese algo con nosotros, más bien jugaba con nosotros. Podía recordar la hermosa vista aérea de todo el campo de flores. En él, la risa más adorable que haya podido escuchar.
Las puntas de sus pequeños dedos se deslizaban sobre los pétalos amarillos, desbordando la sonrisa y gentileza más fidedigna. Si creía en princesas era por ella. Me hacía creer que siempre se daba el tiempo de escapar de su enorme castillo para venir hasta a mí. La recordaba tan chispeante, envuelta con ese vestido rosa y a veces con sus zapatos desatados.
Amante de los animales, las aventuras, la naturaleza y el cielo. Dueña de un cabello dorado tal cual sol.
Sentía que viajaba en el tiempo. Y se sentía tan vibrante la manera en que tomaba mis manos y me regalaba una de sus sonrisas.
Recordaba nuestros inocentes encuentros bajo la luz de la luna, las tantas flores que recogí para ella, las risas y promesas ingenuas que quedaron en la nada.
Un beso inocente entre dos niños, el primer beso, la primera ilusión y la primera promesa.
Ella era luz, inocencia y alegría. Sloane Dawson era todo para mí.
Y ahora que volvía a mi mente no sabía cómo lidiar con ello.
—¿El mismo sueño? —preguntó Seokjin. Sobre su regazo reposaba una libreta y entre sus dedos un fino bolígrafo. No precisamente para anotar lo que tuviera que decir.
—Sí; cadenas, oscuridad, luz, llanto, desesperación, ella, yo. Y al final... Nada. Ella ya no está. —Una vez más me recriminé a mí mismo. «Eras un niño», decía él, pero pude haber hecho más—. Jamás debí adelantarme.
El doctor suspiró, a lo mejor pensando que ya de nada servía decir lo mismo.
—¿Y qué piensas hacer? Las vacaciones de invierno se aproximan, ¿piensas ir a Londres?
—No estoy seguro. —Sacudí la cabeza en una negación, decaído—. Está Raven y aunque no hiciera preguntas, ella lo sabría. Ya de por sí es difícil mentirle.
El verdadero motivo por el que iba a Londres no se debía por lujos, diversión o simples ganas de alejarme de todo. En el fondo seguía con esa remota esperanza de que la encontraría. Había preguntado tanto que ya no sabía a quién más acudir. Y cuando creí haberla superado, ella volvió a aparecerse en mis sueños y mi mente.
—Me has dicho que estás intentando tener algo con Raven. La gente podría verlo como lo que cualquier adolescente haría, pero tú y yo sabemos que te lo estás tomando muy en serio. Sin embargo, ¿qué harías si Sloane aparece? ¿Qué pasaría con Raven?
No supe responder a eso.
Después del medio día llegué al apartamento. Me encontré a Raven en media sala con ropa deportiva, un arco y un par de flechas en el sillón y... Apuntándole a la pared. El blanco estaba a un par de centímetros de donde apuntaba y me pregunté por qué coño no lo usaba. A este paso se iba a quedar sin techo.
