q u i n c e | Bajo el mismo techo

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Días después de pasarla internado en el hospital, de aguantar a Raven y sus mensajes en la madrugada, de sus paseos forzados por los patios exteriores y las incontables veces en que tratamos de escondernos de aquel médico que ocupaba el piso de la...

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Días después de pasarla internado en el hospital, de aguantar a Raven y sus mensajes en la madrugada, de sus paseos forzados por los patios exteriores y las incontables veces en que tratamos de escondernos de aquel médico que ocupaba el piso de la morgue junto a otros enfermeros, por fin me largaba a casa.

Entre las cosas que se planteó cuando mi padre llegó a visitarme —y también a regañarme porque creía que he tomado el camino de la rebeldía—, estuvo el aviso de que no estaría en casa, de que tendría un viaje de negocios. Por supuesto, al principio, dijo que estaría dispuesto a dejarlo solo por mí. Yo, anteponiendo mi orgullo y enojo hacia él, le dije que preferiría que se fuera. No tengo idea si lo que dijo fue con el fin de quedar bien ante su rol de padre, o fue una patraña. Lo que sí sabía es, que realmente me sentía cómodo así. No quería tener que verlo en la casa mientras él haciese un millón de intentos por servirme de ayuda.

Tendría que irme a casa solo de no ser porque Raven seguía aquí. Se encargaba de dejar la cama en perfecto estado en lo que yo guardaba lo poco que quedaba en mi bolso. Decía no sentir remordimiento, pero para alguien que no se sintiese así, creo que no haría precisamente todo lo que había hecho hasta ahora, como acompañarme hasta pasado de la media noche —en algunos casos quedarse durmiendo—, vigilar mis tres rutinas de comida, vigilar que nadie pusiera alguna sustancia peligrosa en la bolsa de suero —podría llegar a ser exagerada, sí— y hasta acomodar mi almohada.

Podían ser pequeños actos, pero nunca antes me había sentido mimado de esa forma. Mi madre nunca estuvo para eso, y jamás se lo permití a mi padre porque consideraba tener las razones suficientes.

O insuficientes.

—¡Ya está! —informó, regresando a mí como si buscara una aprobación por su "majestuoso" arreglo de cama.

Asentí e hice un ademán con la cabeza para salir. Al mismo tiempo se apresuró en quitarme el bolso y llevárselo al hombro.

Estaría por salir primero, solo que alguien cruzó la puerta con sumo apresuro. Quien sea que fuera, estuvo a un milisegundo de romperle la nariz. Me espanté, y para mi mala suerte fue muy notable.

—¡Jungkook! —Aseguré que el grito de Ye-seul estuvo por romperme un tímpano.

Entró a la habitación desesperada y asustada, resonando sus tacones a la par de su enorme cartera. Me daba cuenta de que ella y Raven se asimilaban a los polos apuestos. Y digo asimilaban porque una hacía más contraste que la otra: Raven.

—Dios mío, me avisaron de lo que te pasó. ¿Quién te hizo esto? Tu padre está enterado, ¿no?

—Ha pasado una semana, Ye-seul —dije, tratando de hacer enfoque en que recién se le ocurría pisar este lugar. Tampoco era como si me importara.

—Tenemos que encontrar al responsable de esto —tajó.

Lo único que pude pensar es que quien me disparó terminó con la parte superior de su cuerpo perforado.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora