v e i n t i d o s | Autocontrol

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4 O'CLOCK - V and RM (para entrar en ambiente sí sí)

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No entendí cómo ese lugar pasó de ser una zona oscura a una muy iluminada. Pero no era la clase de iluminación que hubiese preferido. La oscuridad me daba menos miedo. Cada rincón ardió en llamas y lo único que podía hacer era llorar y llorar, llorar cada vez más fuerte.

Las vigas se caían, las paredes igual. Me parecía escuchar a alguien más. Pero estaba sola. Me habían dejado sola. Y no lo entendía. No tenía por dónde ir, no conocía nada.

Me quedé en un rincón, abrazando mis piernas y muriéndome del terror. A pesar de que me habían impuesto que tener miedo estaba mal. Estaba faltando a la regla. Sin embargo, creía que eso era todo, así que podía darme ese último «lujo», mientras esperaba a que en cualquier momento una de esas vigas de madera cayera sobre mí.

Pero todo fue distinto. Alguien entró, el humo y las llamas no me dejaron ver su rostro. Miró por todos lados y entonces, cuando reparó en la pequeña figura que se escondía en la esquina, no dudó en correr, darme su mano y sacarme de allí.

Quería saber más, quería saber quién era, quería gritar para que me escuchara y no desapareciera entre la anomalía; no obstante, desperté. Mis ojos se abrieron paso a la lámpara que colgaba del techo de la habitación. La aburrida y opaca habitación de un hospital. Noté que tenía las manos empuñadas contra la sábanas y que mi respiración era agitada. Una aguja insertada en el dorso de mi mano, conectada a una alargardera, ascendía hasta llegar a la cámara de goteo y la bolsa que contenía el suero.

Sentía como si me hubiesen perforado la cabeza. Tenía vendas en la cabeza. Bien, no me alejaba de la realidad, me habían operado.

En reloj marcaba las once, era cuatro de diciembre; estuve inconsciente dos días.

Y madre y padre estaban en la habitación. Fue ella quien se levantó del sofá tan pronto vio que desperté. Padre también lo notó, pero no hizo nada al respecto, se mantuvo leyendo el periódico, apático.

«La paciencia se agotó» —pensé y no pude evitar sentirme intranquila, no sabía si era exactamente por la presencia de ambos.

—¡Raven! —exclamó ella con urgencia—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

Hice un esfuerzo para incorporarme, a pesar de que madre hizo ademanes de que no lo hiciera.

—N-no... No te levantes.

Caí en la cuenta de que otra vez me sentía agitada. Comprobé que era porque ellos estaban aquí. Solo fui capaz de observar a padre unos instantes, luego bajé la mirada, no por un miedo en sí, sino porque necesitaba tranquilizarme.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora