v e i n t i c u a t r o | Té, tazas y regalos

6.1K 910 871
                                    

—¿Has escuchado hablar de El arte de la complicación? O también conocido como el arte de hacer difícil lo sencillo —preguntó mi psiquiatra desde su asiento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Has escuchado hablar de El arte de la complicación? O también conocido como el arte de hacer difícil lo sencillo —preguntó mi psiquiatra desde su asiento. Yo, recostado de forma paralela en el sillón de cuero negué. Mi vista caía hacia la ventana que tenía al frente y me daba la oportunidad de observar los edificios exteriores cubiertos de nieve y a su vez adornados de la decoración navideña que se extendía por todo Seúl como una especie de virus—. Cuando hablo de eso me refiero a ciertas personas complicadas y demandantes, de aquellos que en una solución hallan un problema o, como normalmente se diría, se ahogan en un vaso de agua. En pocas palabras, hacen difícil lo sencillo. —A pesar de que mantenía la mirada en la ventana, lo escuchaba perfectamente. Aun más cuando sabía que todo esto se originó después de platicarle de Raven—. Como en muchos casos, en este también existe una escala de complejidad; de bajo a mayor. Los casos extremos se refieren a esos individuos que tienen la incapacidad para establecer relaciones sociales, afectivas, respetuosas o estables. Se puede decir, no en todas, que presentan un trastorno afectivo de carácter depresivo crónico.

—Por favor, no agregues otro problema mental a la lista, ¿quieres?

De soslayo pude ver sus comisuras levantarse un poco, al mismo tiempo que hundía la barbilla.

—No estoy tratando de decir que lo tuyo vaya a un caso extremo. En realidad todos somos complicados a nuestra manera. En algún punto de nuestras vidas nos toparemos con que nuestras inseguridades serán mayores que nuestra lógica. Entonces, si debo dar un ejemplo, uno de esos eres tú. El hecho de aceptar que alguien te atrae ya vuelve lo sencillo complicado. —Reparé en él con un semblante mucho más calmado a que cuando inicié a hablar sobre Raven y mi dilema. En ese momento no estaba enojado, pero sí frustrado—. Piensas demasiado en las posibles consecuencias que creas un pesimismo en torno a la situación. Y lo que puede ser posible es que te estés negando a algo que puede tener solución.

La terapia con Seokjin terminó a eso de las diez con treinta, media hora después ya me encontraba frente al edificio en donde vivía la rubia. Alcé la vista por si así podía ver alguna milésima de su anatomía asomada en el balcón. No vi ningún movimiento humano a la vista.

Mi plan consistía en ir lento, ir dejando cada inseguridad de que algo podría salir mal, porque en el fondo sí quería dejar escrito una historia con ella, una auténtica y no superficial.

Y esperaba a que no terminara con un final trágico o macabro.

Me sorprendió llegar al apartamento y encontrar todo calmado. Absolutamente todo. No habían papeles esparcidos por el piso, desechos plásticos, armas corto punzantes ni nada que definiera este lugar como un completo desastre. Lo único que vi fueron un par de hojas clavadas en la pared con la ayuda de un cuchillo de caza, así que pensé que al menos un toque de Raven tenía que haber quedado por aquí.

Incluso creí que los objetos lanzaban destellos de lo limpio que estaban. Al mismo tiempo, un silencio relajante se mantenía por todo el alrededor. No había rastro de aquella chica de cabellera rubia y piel clara.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora