Los rayos del sol cayeron en mi cara. Literal. Y de pronto me sentí como la protagonista de alguna historia cliché. El siguiente paso era abrir los ojos y estirarme, pero me quedé un rato más en la cama, arrugando la cara y debatiéndome en si debía salir o no. Tenía esa sensación de querer despertar y la vez no. Era como si una fuerza invisible me mantuviera presa contra el colchón.
No me dolía la cabeza ni nada, no obstante, me sentía agotada, demacrada y como si cincuenta camiones me hubiesen pasado encima.
Jusco cuando me decidí en quedarme en rato más acostada, un concho de agua me cayó en la cara.
—¡Despierta ya!
Conocía esa voz: Jungkook. Cómo no, claro.
Abrí los ojos con dificultad —la luz nunca antes me pareció tan molesta— y tardé unos segundos en descubrir mi realidad. Después de barrer toda la habitación con mis ojos y comprobar que no había sido abducida por alguna nave alienigena, me incorporé.
—¿Por qué rayos me despiertas así? —Mi voz salió perezosa, mientras me tallaba los ojos.
—Es tarde —dijo y salió del cuarto.
La puerta de la habitación estaba abierta, lo vi entregándole una bolsa grande a uno de los del personal del edificio.
Me lamenté enseguida. «Mi alfombra» —pensé. Valía más que los riñones de Jungkook. Se la gané a un mafioso la última vez que le gane al poker.
Jungkook era un chico frío; su voz, su porte, su comportamiento, todo lo daba a notar. Pero esta vez algo cambió en su voz; se escuchaba más serio, más apático, más frío.
—¡¿Qué esperas?! —renegó tan pronto llegó a la puerta—. Levántate ya. Anoche le perdimos el rastro a Hye-eun porque a ti se te ocurrió beber.
—Sí, ya entendí.
«Está molesto —llegué a pensar, apretando las sábanas entre mis puños—. Ridículo»
Sentía los ojos de Jungkook clavados en mi espalda en lo que me dedicaba a sacar ropa del armario. Le daba la razón, había prisa, por lo que tomé los primeros pantalones jeans que vi, un abrigo tejido celeste —tenía varios de distintos colores— y una gabardina negra.
Cepillé mis dientes, me di un baño rápido y me cambié.
Saqué la automática del cajón del escritorio, salí al balcón y lancé cuatro disparos al aire. Jungkook llegó rápidamente, alarmado. Su rostro lo decía todo.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—Llamo a Namjoon. Vendrá más rápido. Solo espero que no venga en modo irritante.
Guardé el arma en la pelvis, contra el pantalón. Me adelanté a la salida, pasando a un lado de sus hombros.
Comprobé la tensión que nos embargaba. Tensión que sólo era provocada por él. A mí me daba igual.
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Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTS
FanfictionLos psicólogos afirman que retener las emociones no es nada recomendable, pero ¿qué pasa cuando aquello se cumple y alguien tiene que sobrellevar algo amargo a lo largo de su vida? ¿Qué es lo que pasaría si el detonante preciso aparece y promete der...