t r e i n t a y c i n c o | Sloane vuelve

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Heize - Can you see my heart? (se las recomiendo mucho para este capítulo) :'3

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Recuerdo que era en una época fría, helada. De esas en las que podrías quedarte frente a la chimenea durante horas en la constante noche, calentando tu cuerpo y creyendo que esa sería la mejor sensación del mundo. Para ese entonces era un diciembre tan frío como este, hace once años.

Mis padres y yo regresamos de Londres unas semanas antes de lo sucedido. Mi yo racional de ocho años, el que empezaba a formular hipótesis sin tener idea si estaban bien o mal, trajo consigo a su mente que el hecho de esta repentina decisión impuesta por mi padre se debía al extraño incendio. Dejar Londres atrás, el lugar que mis padres encogieron porque creyeron que sería el sitio adecuado para mí y el lugar donde conseguí mi primera ilusión, percutó el desagrado, la frustración y la tristeza. Sin embargo, jamás dije algo al respecto. Mi padre siempre decía que era lo correcto. Y no recuerdo hasta qué edad exactamente dejé de darle la razón en eso.

Una noche del veintiséis de diciembre las discusiones entre ellos dos llegó a mis oídos. Era en una madrugada. Salí de mi habitación, el miedo a que me dijesen algo no me dejó avanzar más allá de los pasamanos de las escaleras y el segundo escalón de lo alto. Pero aun así pude verlo todo. Mi padre de alguna u otra forma trataba de deshacerse de mi madre. Lo recordaba como un «lárgate, no te quiero en mi vida». Mi madre en medio de su llanto y desesperación pedía clemencia.

En algún punto de esa historia creí que mi padre reflexionaría y escucharía a mi madre. No obstante, jamás lo hizo. Mi madre salió de mi casa sin nada, decepcionada y con la dignidad hecha añicos. Poco tiempo después todas las consecuencias cayeron sobre mí: empecé a mojar la cama luego de pesadillas que parecían eternas, las rabietas de los niños pequeños en mi caso pasaron a ser algo peor, al igual que la rebeldía, el insomnio por temporadas llegó y descubrí que sentía un miedo hacia los objetos metálicos con los que alguien pudiese atar a otra. Se debía al incendio.

Tuvieron que pasar un par de años para que pudiese ir a terapia, ya sea porque a mi padre le pareció bien o porque yo al final de todo accedí, doblegando así mi orgullo intacto que trataba de relucir más cuando se trataba de aquel hombre. Asimismo, también supe que la versión de ese incendio, en mi cerebro, estaba incompleta.

Con ese modo de vida en donde planeaba casi todo menos la eterna empatía con nadie, crecí. Hasta que conocí a Raven y me pareció tan luminosa como Sloane, solo que en una versión distinta. Si Sloane era rosa, Raven era gris. Pero no había ley absoluta que dictaminara que el gris era algo negativo. La percepción de los colores variaba en cada persona, y yo iba a declarar que el gris se convirtió en lo real, lo auténtico y, puede que hasta cálido.

Apenas pasaron dos días, dos días que se asemejaban a una despótica perpetuidad a causa de su ausencia. La Navidad nunca fue un tema relevante, al menos no para mí desde hace mucho tiempo, así que el sentimiento de una presunta soledad no se desprendió de allí. Me quedé en el apartamento de Raven porque mi subconsciente me decía que iba a regresar, en cualquier momento. Mi preocupación ya no se remontaba a la situación de ambos, más bien porque se fue de aquí sin decir muchas cosas, y eso era de total importancia.

Mentes Criminales » Jeon Jungkook; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora